Nicaragua - El futuro en un solo gráfico
Adolfo Jose Acevedo Vogl *
A veces no se necesita ser "guru" para poder formarse una idea bastante precisa de lo que con alta probabilidad nos depara el futuro. A veces basta con analizar información basada en proyecciones demográficas muy sólidas.
El gráfico de arriba refleja la proyección, para el caso de Nicaragua, sobre la evolución esperada de la relación entre la población en edad de trabajar (15-64 años), que constituye la fuerza de trabajo potencial de la sociedad, y la población que ya habría alcanzado y pasado la edad de retiro (mayores de 64 años).
La proyección indica que en 2005 existían 14.4 personas en edad de trabajar por cada persona mayor de 64 años. Esto significa que existían 14.4 personas con capacidad potencial de trabajar y generar ingresos por cada persona que ya había pasado la edad de trabajar y generar ingresos.
Puede parecer una buena relación, pero el problema es que de la población en edad de trabajar solo una parte, alrededor del 70%, se convierte en fuerza de trabajo o población económicamente activa; y que alrededor del 70% de esta población económicamente activa únicamente logra acceder a ocupaciones precarias e informales, que mantienen a quienes las desempeñan por debajo del umbral de la pobreza.
Estos trabajadores perciben ingresos muy bajos, y al arribar a la edad de retiro, la absoluta mayoría no habrá logrado acumular siquiera un mínimo de ahorro para la vejez. Los segmentos poblacionales de bajos ingresos no tienen capacidad de ahorro para enfrentar la vejez: esta fue la causa de fondo por la que al fin se comprendió que el sistema de ahorro privado para pensiones no tenía ninguna viabilidad en Nicaragua.
Por lo demás, solo alrededor del 21% de la población económicamente Activa esta afiliada al Seguro Social.
A partir de 2015 se inicia el "derrumbe"de esta relación entre población con capacidad de trabajar y generar ingresos y población que paso la edad de retiro: en 2020 existirán solo 10.8 personas en edad de trabajar por cada persona en edad de retiro, en 2030 solo 8.1, en 2050 apenas 4.6.
Cierto, en Nicaragua no acostumbramos pensar en las próximas décadas, y estas proyecciones nos resultan aburridas.
Pero recordemos apenas cuan poco tiempo atrás era 1990.
Aquellos niños y adolescentes que en 1990 tenían entre 0 y 19 años hoy constituyen el 63% de la población en edad de trabajar. Como en los 90 no se invirtió lo requerido en educación, desde entonces esos niños y adolescentes que hoy son el 63% de la fuerza de trabajo potencial de la sociedad, fueron ingresando al mercado laboral con unos niveles de escolaridad bajísimos, y esa es una razón fundamental por la cual hoy principalmente encuentran empleos precarios e informales: los empleos formales y mejor remunerados requieren una mucha mayor calificación que aquella que, como promedio, alcanzaron la mayor parte de estos jóvenes.
Como referencia, cabe anotar que, en la actualidad, para poder trabajar apenas como operario en las empresas textiles de las zonas francas se requiere un nivel de escolaridad de al menos 9 años, en condiciones en que el 55.6% de la fuerza de trabajo ocupada nicaragüense muestra un nivel de escolaridad de 6 años o menos.
Un dato preocupante es que entre 2001 y 2005 el porcentaje de población en edad de trabajar con educación secundaria completa creció en promedio apenas en 1 punto porcentual cada año: a este ritmo, tomaría 23 años para que al menos el 50% de la población en edad de trabajar alcanzase un nivel de escolaridad equivalente a la educación secundaria o más, es decir, el nivel de fuerza de trabajo calificada.
Esto demuestra que el futuro se forja con las decisiones que se adoptan en el presente. La realidad actual del 63% de la fuerza de trabajo potencial de la sociedad nicaragüense se forjó por decisiones que se adoptaron (o dejaron de adoptarse) en 1990 y años sucesivos.
Del mismo modo, la suerte futura de los niños y adolescentes de hoy, para las próximas décadas, la estamos forjando AHORA MISMO.
Mirando a futuro, hacia las décadas siguientes, gran parte de los niños y adolescentes matriculados en la escuela, y de las cohortes de jóvenes que han pasado la edad de asistir a la educación primaria y secundaria, y que están, o estarán ingresando a la fuerza laboral y formarán el grueso de la misma durante las próximas cinco décadas, han acumulado o se espera que acumularán niveles de escolaridad, y de conocimientos y destrezas, excesivamente bajos, en comparación con los umbrales mínimos que serían requeridos.
Esto está predeterminando, desde ahora, para las próximas décadas, una fuerza de trabajo de muy baja calificación, y estas son las condiciones en que nuestro país enfrentará, en las próximas décadas, una economía global que sencillamente dejará de lado, sin contemplaciones, a los países y personas que no hayan logrado desarrollar una capacidad básica de asimilación del conocimiento y la tecnología.
El problema se agrava porque, con la velocidad de los cambios, el rezago en materia de nivel y calidad de la dotación de capital humano aumenta exponencialmente cada año, y de no actuar con la premura debida, y en la magnitud adecuada, nuestros países se verá cada vez más imposibilitados de recuperar el terreno perdido, y serán "dejados atrás" irreversiblemente, junto con la mayoría de seres humanos que los habitan, los cuales tendrán cada vez más cerradas las posibilidades de hacer realidad la materialización de sus derechos fundamentales.
Lo que es más, en el futuro, las exigencias en términos de calificación de los empleos de calidad los harán cada vez más inaccesibles para porcentajes cada vez más significativos de la población, precisamente aquellos que se ubican en los quintiles inferiores de la distribución del ingreso, que obtienen niveles educativos extremadamente bajos.
Desde hoy, por tanto, estamos condenando a la mayor parte de los niños y adolescentes de hoy, a una suerte similar a los que en 1990 tenían entre 0 y 19 años, y que hoy representan el 63.4% de la población en edad de trabajar: a alcanzar un nivel de escolaridad bajísima, que los condenara, en una gran parte, a encontrar únicamente ocupaciones precarias e informales, que los mantendrán bajo el umbral de la pobreza absoluta.
Pero para entonces, ya habrá muchas menos personas en edad de trabajar por cada persona que alcanzo la edad de retiro.
Por una parte, si los jóvenes que se incorporan al mercado laboral no encuentran maneras de inserción digna, continuarán buscando la salida de la migración y, dado que los que más tienden a migrar son aquellos que disponen de mayor nivel educativo, esto significaría que los beneficios potenciales del "bono demográfico" se perderían, "exportándose" a terceros países. En el peor de los casos, el aumento de la masa de jóvenes que no encuentran una manera de inserción digna en la economía podría traducirse en niveles crecientes de descomposición social, frustración y violencia.
Por otro lado, si el país no ha logrado que su fuerza de trabajo, que para entonces comenzará a declinar como porcentaje de la población total, haya sido capaz de encontrar empleos productivos en una proporción muchísimo más elevada que ahora - lo cual requerirá niveles cada más elevados de calificación -, entonces a los problemas de desocupación, subempleo, pobreza y descomposición social, se agregará otro: un costo social creciente, cada vez más significativo, representado por un porcentaje cada vez mayor de la población que, habiendo terminado su edad activa, entrará a la vejez, sin ninguna protección o seguridad.
Además, como habrá cada vez muchos menos trabajadores por personas en edad de retiro, o más personas en edad de retiro por cada trabajador, tampoco habrá manera de financiar, con los aportes de los trabajadores activos, las pensiones de aquellos que estuvieron afiliados al seguro social.
En términos más generales, como la generación precedente de trabajadores en general accedió a empleos precarios y bajos ingresos, en ese momento los ingresos totales de la sociedad tampoco serán tan elevados como para poder afrontar este costo de sostener y prestar la requerida atención sanitaria a la población en edad de retiro, que representara un porcentaje rápidamente creciente de la población total.
A mí, este futuro me parece el más probable, porque no se está haciendo, ni el tipo de esfuerzo requerido, ni en la magnitud requerida, para comenzar a revertir estas arraigadas y profundas tendencias.
Necesitamos hacer lo necesario para cambiar este futuro, que aparece hasta ahora como el más probable. Lo necesario es un esfuerzo verdaderamente grande, que es el único que podría comenzar a revertir este escenario.
Este esfuerzo no puede esperar. Las proyecciones demográficas indican que la ventana de tiempo para poder hacer algo es limitada, y que para obtener algún resultado sensible, debemos comenzar AHORA MISMO.
En realidad, debimos comenzar desde mucho antes, y ahora el tiempo esta corriendo contra nosotros.
* Economista nicaragüense. Coordinador de la Comisión Económica de la Coordinadora Civil de Nicaragua.