CIMAC.
México 17/12/2008.
En el climaterio las mujeres afrontan mayor discriminación por edad, un aspecto que influye directamente en su participación social y se convierte en una condicionante para la adquisición o pérdida de su poder y de su autonomía, independientemente de la ocupación, posición política o preferencia sexual.
Así lo afirmó Andrea Gabriela González Gutiérrez, especialista en estudios de género en el trabajo “Climaterio: disminución de hormonas y carencia de derechos”, quien precisó que si bien el climaterio trae consigo cambios corporales que se manifiestan de manera diferente en cada mujer, éstos obedecen no sólo a procesos hormonales, sino también a la historia de salud, factores psico-sociales, familiares e incluso económicos por los que las mujeres atraviesan.
Los mitos sobre esta etapa son formas de control social, toda vez que fuerzan a las mujeres a sentir y experimentar ciertos fenómenos en la forma que dicta la ideología médica, subrayó.
Agregó que estos mitos sugieren que el climaterio es un evento que limita las capacidades psicológicas y fisiológicas de las mujeres y fue construido como enfermedad --o como algo anormal-- una vez que hubo medicamentos para “tratarlo”.
El documento presentado por la investigadora el mes pasado, durante el Coloquio de Estudios de Género, en el Colegio de México (Colmex) con motivo del XXV aniversario del Programa Interdisciplinario de Estudios de la Mujer (PIEM), informa que en México el climaterio generalmente se vincula al proceso de envejecimiento de las mujeres.
Si bien es cierto que el climaterio se experimenta aproximadamente entre los 45 y 55 años, es con su inicio que las mujeres vislumbran algún rasgo de envejecimiento: canas, arrugas, flacidez muscular, cansancio físico o visual, insomnio, entre otros.
“La vejez en la cultura mexicana es vista no sólo como la decadencia biológica sino también social de las personas”, expone. La edad es un aspecto importante que influye directamente en cuanto a la participación social de las mujeres; también es una condición determinante en cuanto a la adquisición o pérdida de poder y de autonomía.
En nuestra sociedad, afirma la especialista, existe una concepción pesimista del envejecimiento y ésta es aún más crítica para las mujeres ya que, “al ser mujer y vieja”, se amenaza el sistema de valores referente a la visión sexista basado en la juventud y belleza femenina.
DISCRIMINACIÓN POR EDAD
Andrea Gabriela González precisa que el enfoque de género ha mostrado la desigualdad que existe entre mujeres y hombres, lo cual se hace extensiva a cualquier edad, sin embargo con el climaterio las mujeres afrontan una mayor discriminación por su edad.
En este terreno se reducen las posibilidades de ser contratada para un empleo, así como las de establecer nuevas relaciones de pareja. En tanto las empresas aseguradoras que ofrecen seguros médicos, restringen sus coberturas conforme la edad y el sexo.
Esta discriminación por edad abarca a las mujeres independientemente de su ocupación, posición política o preferencia sexual, afirma.
Ante este panorama, muchas mujeres llegan a la edad de jubilación con muy pocos o incluso ningún derecho a una pensión por derecho propio, ya sea porque su labor no remunerada de cuidado de otras personas les ha impedido participar en una actividad laboral retribuida o porque esa labor les ha obligado a participar únicamente en formas de trabajo periféricas, que no están bien pagadas ni cubiertas por los sistemas de seguridad social.
Falta legitimidad en el Estado, subraya, que ha abandonado el ideal de proteger a las y los ciudadanos contra el desempleo, el abuso de los más fuertes o la inseguridad jurídica y que, sobre todo, ya no puede prometer, como antes lo hacía, a largo plazo o para toda la vida, seguridad social.
EL CUERPO, EN BOGA
“Presenciamos la transición de un Estado de bienestar a un Estado de la seguridad física, y para hacer de la seguridad física algo codiciado hay que hacer primero de la vulnerabilidad corporal algo visible y tangible, hay que propagar la fragilidad y la inestabilidad físicas como los nuevos rasgos característicos de la humanidad”, afirma González Gutiérrez.
“De ahí que el cuerpo se ponga en boga. Me refiero a todas las modalidades del body-building, los estiramientos, liposucciones, musculaciones, siliconismos, modelados, cirugías y exhibiciones grandiosas en pasarelas reales o virtuales, pero no únicamente”, precisa.
El mismo auge del cuerpo se experimenta en una zona que corresponde al Estado y a sus políticas de salud, en donde el cuerpo como objeto que hay que proteger de toda clase de agresiones físicas --disminución de las dosis de azúcar, medidas antianoréxicas, regulación de la clonación terapéutica, control de la obesidad, rejuvenecimiento permanente-- experimenta un protagonismo creciente.
Hasta ahora, detalla la investigadora del Colmex, hay dos hipótesis para explicar esta nueva resurrección del cuerpo.
La primera es que la creciente sensación de vulnerabilidad es la expresión de la indefensión derivada del desmantelamiento progresivo de las instituciones de protección social características del Estado de bienestar.
La segunda --contraria, aunque no del todo incompatible-- es que el fenómeno delata un nuevo avance del control político sobre la vida de los individuos por parte del Estado y los poderes adyacentes, una fase posterior del higienismo o incluso del biologicismo totalitario mediante los cuales el mercado y el Estado continúan la apropiación de los cuerpos que comenzó en cuanto su desacralización los declaró ilimitadamente violables y profanables.
En ambos casos, las mujeres de cualquier edad pero sobre todo en el climaterio están expuestas a esas nuevas políticas corporales, sin cobertura ni seguridad social, salvo la que cada una puede proveerse.
VISIÓN DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
La socióloga, egresada de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) señala que en este tema los medios de comunicación también han jugado su papel, pues a través de éstos, las mujeres que viven el proceso de climaterio han sido definidas socialmente como “problemáticas”.
González Gutiérrez puntualiza que en la era moderna “el cuerpo femenino es un campo de correcciones y se transforma en un lugar en el que la sociedad se ocupa para liposuccionarlo o volverlo al revés, como se requiera”.
Los medios de comunicación se obstinan en facilitarnos todos aquellos consejos, productos y magias que podrán mejorar y prolongar la juventud del cuerpo.
“Un cuerpo que siempre a luz de las recomendaciones observadas, parece ser de una imperfección crónica”, dice, de esta manera se entra en un discurso deficitario, pues se posee un cuerpo que siempre saca mala nota porque no cumple la regla fundamental: “prohibido caducar”.