Todos son ancianos. Todos pasaron la vida en distintas actividades de la industria azucarera, pero sobre todo en los campos cañeros. La mayoría vino de Haití o, mejor dicho, fue traída desde la vecina nación. Cuando la industria azucarera estatal fue privatizada fueron dejados a su suerte. Y así han vivido desde entonces, dando tumbos y penas, enfermos y sin dinero. Llevan años reclamando su pensión bien ganada, pero nadie les hace caso.
Soy el rostro de la miseria. Trabajo en los ingenios de este país desde que tenía 11 años de edad y nunca me pidieron papeles, como acta de nacimiento y pasaporte, pero para darme una pensión me piden a la hora que casi muero, hasta acta de nacimiento”.
La frase es de Philippe Amellet, un cañero que trabajó en cuatro ingenios de la entonces próspera industria cañera.
Como él, más de 22,000 trabajadores reclaman que el Estado los pensione para no morir de hambre, enfermedades comunes y abandono.
Miguel Manuel nació en La Ceiba, La Victoria, en Santo Domingo. “Pico caña desde los 10 años de edad, comencé en un batey que se llama Chirino, trabajé en tiempo de zafra y en tiempo muerto y a los 18 años me hice capataz de corte”, narra a Hoy, mientras decenas de sus colegas piden que el mundo conozca su desventurada historia. Era jefe de un grupo de trabajadores.
Su vida fue desde su infancia con una azada en la mano. “Tengo 13 hijos a los que crie en base a la caña, pero hoy día tengo que pedir”, dijo Manuel.
No hay hospitales para nosotros desde que se acabó la caña, asegura el obrero, quien muestra al fotógrafo el carné de uno de los ingenios cañeros a los que sirvió.
De su lado, Philippe Amellet, quien llegó al país en el año 1959, tras un acuerdo entre los gobiernos de Francois Duvalier y Rafael Trujillo Molina, recuerda que vino al ingenio Ozama y luego estuvo en La Romana.
“Yo hice todo tipo de trabajo, pero ya soy un viejo, estoy hablando contigo, pero no te veo bien y así trabajo en conuquitos”, asegura con ojos húmedos.
Luis Antonio Espinal tiene 78 años, vino al país a los 11 y lleva 61 años trabajando en la industria de la caña.
El calvario. Espinal trabajó en los ingenios Catarey, en Vailla Altagracia; Esperanza, de Esperanza; Río Haina, en Haina: Porvenir, en San Pedro de Macorís, Santa Fe, Boca Chica y terminó en el ingenio Ozama, en San Luis. “Ahí yo hice de todo, pero ahora dicen que nada más tengo 10 años de trabajo y no es justo ni humano”, dice. Los rostros de todos ellos muestran la pobreza y miseria en la que viven.
Las centrales. Jesús Núñez, presidente de la Federación de Trabajadores Cañeros, dice que esos ancianos se sienten abandonados de todos, las centrales sindicales nunca han asumido su lucha. “Yo los entiendo, ellos son funcionarios y tienen altos salarios en el Instituto Dominicano de Seguros Sociales (IDSS)”. Citó como ejemplo a Gabriel del Río.
En los próximos días los trabajadores cañeros integrarán a la lucha a sus esposas, hijos y nietos.
Zoom
De chiripas
La mayoría de estos trabajadores están enfermos y viven en deplorables condiciones de pobreza. Para poder sobrevivir trabajan en lo que encuentran y algunos hasta piden limosna.
Es por derecho
Al conversar con periodistas, los trabajadores se lamentan de que no les reconocen sus años de labor. “Se nos trata como si estuviéramos pidiendo una limosna”.
La riqueza
Para ellos en la riqueza de algunos grupos del país está su sudor, pero mueren de hambre.
Fuente: Hoy Digital 13/1/2012.
http://www.hoy.com.do/el-pais/2012/1/13/410027/Ancianos-de-la-cana-reclaman-pensiones