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El lenguaje cotidiano está repleto de formas sutiles de maltrato a la vejez

Lunes, 18 de Junio de 2012
Políticas y Derechos

Natalia Concina

El lenguaje cotidiano está repleto de frases hechas como "¿Lo ayudo abuelo?", "¡Estás cada vez más joven!", "Los viejos son como los chicos", "Con viejos no quiero estar", "Está gagá", que no reconocen edad del emisor, y tras las cuales se esconden prejuicios que originan formas sutiles de maltrato hacia los adultos mayores, señalaron especialistas.

“Hay ciertas actitudes como no querer decir la edad que son más profundas de lo que parecen y tienen que ver con el temor a ser descalificados y discriminados en función de los prejuicios que hay en torno a ser viejo”, explicó a Télam el psicogerontólogo Ricardo Iacub al acercarse el 15 de junio, cuando se celebra el Día de la Toma de Conciencia del Abuso y Maltrato en la Vejez.

El especialista consideró importante "poner la palabra discriminación o maltrato en estos hechos de la vida cotidiana que están legitimados para que podamos comenzar a pensar cómo revertirlo”.

Sobre la palabra "maltrato", Sofía Aptekman, especialista en Gerontología, explicó que "nos referimos a una forma de ejercicio de poder mediante el uso de la fuerza física, verbal o emocional y esto puede ser por acción o por omisión, es decir, uno puede ser maltratador por hacer cosas o por dejar de hacerlas”.

“Cuando hablamos de prejuicios, en realidad estamos hablando de un origen cultural del maltrato que luego se expresará en forma verbal y que producirá un daño a nivel psicológico y emocional”, continuó en diálogo con Télam.

Todo este conjunto de prejuicios y estereotipos ligados a los mayores tiene un nombre para los especialistas: "viejismo" y "es un tipo de discriminación del que todavía no se habla demasiado”, añadió Iacub.

En esta larga lista de frases hechas, que no son percibidas ni como discriminatorias y mucho menos como origen del maltrato, está bien en la cima el calificativo “abuelo, abuelito" para referirse a una persona mayor.

“Una forma de maltrato sutil muy común es la tendencia a decir “abuelo” o “abuelita” -señaló Aptekman, responsable del Área Académica de la Escuela del Envejecimiento de la Universidad Maimónides-. Sin embargo, cuando uno habla con los adultos mayores lo primero que surge es que te dicen: `yo no soy su abuelo, ¿por qué me llama así?`”.

La especialista describió que el enojo se debe a que “abuelo es un rol familiar, pero un individuo ha cubierto muchos roles en su vida y hoy en día los sigue cubriendo: es vecino, padre, amigo, pareja, trabajador, jugador de bochas, estudiante. Cuando te digo ´abuelo´ te despojo de todos esos otros roles y te limito a este único que a lo mejor ni siquiera ejercés”.

Al respecto, Iacub, quien también es titular de la cátedra Psicología de la Tercera Edad y Vejez en la Facultad de Psicología de la UBA, increpó: “Imaginemos un encuentro con Perón o con Borges, ¿Les diríamos abuelo? La respuesta es obvia: ´no´. Entonces, decirle `abuelo` es despojar al sujeto de todo rol, es destruir la identidad de toda su vida”.

Otro aspecto al que los especialistas refieren es la imagen que las publicidades brindan de los mayores, comenzando por la promoción de productos como “anti-age”. “La única forma de la ´anti edad´ es morirse. Es la única manera de no sumar años. En este camino algunas marcas cambiaron esta denominación por ´pro -age´. Y este cambio sutil es muy acertado porque implica: ´envejecé que nosotros te acompañamos”, sostuvo Aptekman.

"Cuando una publicidad dice que si ocultas los signos del envejecimiento te ves linda, está asociando ser viejo con ser feo. Claro que no está dicho literalmente, porque sería expresamente prejuicioso”.

"Los viejos son como los chicos" es otra manera errada de referirse a los mayores, aún en el caso de un adulto que tiene un gravísimo deterioro y que necesita del auxilio de los demás para todas las actividades de la vida diaria.

"Este adulto atravesó toda su vida, la llevó adelante, aprendió cosas y, aunque esté aparentemente sin conciencia, él percibe y sufre lo que perdió; mientras que un chico todavía no empezó el camino”, explicó Aptekman.

Otra manera sutil del maltrato es “no atender a las enfermedades pensando que son propias de la edad. Es típico escuchar: ´a su edad qué quiere`. Y lo que el adulto quiere es tener calidad de vida. Quizás la rodilla no vuelva a funcionar correctamente, pero puede doler menos si se la trata", ejemplificó.

La sobreprotección por parte de la familia, en especial de los hijos, es otra manera del maltrato que Aptekman consideró como “la peor”, mientras que para Iacub es "la forma más común de violencia”.

“La frase que está implícita es: `te cuido porque vos no vas a saber manejarte`”, advirtió Iacub, quien ejemplificó: “Yo he visto casos en los que un adulto iba con su familia a una consulta y se le pedía que se retirara para hablar con los hijos sobre su patología, como si él no pudiera opinar”.

Es interesante poner el acento en la mirada que muchos mayores tienen sobre sí mismos, porque "como fueron formados en esta sociedad, y no en otra, tienen prejuicios sobre la vejez que expresan, por ejemplo, cuando se los invita a un taller con pares y contestan: ´con viejos no me junto`”, señaló la gerontóloga.

En este sentido, Iacub refirió a un estudio en el que cuando los mayores hablaban de las partes de su cuerpo que veían envejecidas expresaban que no se reconocían, mientras que al hablar de las cosas “que permanecían iguales”, decían que se “sentían los mismos”.

“Hay todavía mucho trabajo que hacer en la auto-aceptación del paso del tiempo, en comprender que uno es lo que es con más años y con estos recursos, diferentes tal vez a lo de la juventud, pero igual de valiosos”.

Fuente: Télam 13/6/2012.
http://www.telam.com.ar/nota/28346/