Las mujeres cuidadoras a menudo se convierten en víctimas de múltiples formas de violencia, de las cuales no suelen ser conscientes, aseveran investigaciones cubanas de signo diverso.
La vida de Idalmis Alfonso, una cubana de 47 años, editora literaria y madre de dos hijos adolescentes, cambiará bruscamente en un futuro cercano, pero esta capitalina ya está experimentando los primeros efectos del viraje.
La salud de su madre, de 72 años, ha comenzado a mostrar signos evidentes de deterioro y Alfonso vislumbra un momento muy cercano en el que, probablemente, tendrá que abandonar definitivamente su empleo para quedarse en casa al cuidado de la enferma.
"Mis ingresos no me alcanzan para contratar a nadie para cuidar a mami por el día y de mi esposo no voy a recibir prácticamente ninguna ayuda, pues ya él tiene a su papá encamado y va todos los días a ayudar a la mamá a cuidarlo. Pero además, alguien tiene que trabajar en la casa, porque si no ¿de qué vivimos?", explicó a SEMlac.
Esta profesional suma, además, otras preocupaciones. Su salud ya no es la de hace una década y asegura que todos los días amanece con un dolor nuevo.
"Antes solíamos hacer largas caminatas con los niños, o montar bicicleta hasta la playa. Hace rato que ya no aguanto ese ritmo de ejercicio físico", detalló. Para colmo, con un padecimiento de migraña desde la adolescencia, agudizado por problemas de la vista vinculados a las muchas horas que pasa delante de la computadora, esta capitalina asegura que, de tener "crisis puntuales", las jaquecas acompañadas de vómitos se han vuelto casi diarias.
"Fui a ver a un médico amigo, pues pensé que iba a necesitar nuevos espejuelos, y resulta que terminé con un diagnóstico de estrés agudo, agravado por la sobrecarga doméstica", concluye.
La salud violentada
El caso de Idalmis no es excepcional, a juzgar por la experiencia del médico Miguel Lugones Botell, ginecobstetra y titular de una consulta especializada en climaterio, en el policlínico universitario 26 de Julio, del capitalino municipio de Playa.
Lugones confirmó en 2010 a la quincenal revista Bohemia que si bien muchas de sus pacientes creen "que sus problemas están dados por la edad", no se dan cuenta en realidad "de que la gran sobrecarga social que tienen influye, de manera importante, en sus síntomas y malestares".
Estas mujeres están "sometidas a cargas que otros grupos de edades no reciben", según escribió el propio Lugones en el artículo "Lo social y lo cultural. Su importancia en la mujer de edad mediana", publicado en 2008 por la Revista Cubana de Salud Pública.
"Muchas de estas manifestaciones de salud tienen estrecha relación con el contexto social en que vive la mujer, sus condiciones de vida (…) y el rol de género que desempeña", señala el artículo publicado conjuntamente con Marieta Ramírez Bermúdez, también especialista en el tema y colega del mismo centro de salud.
Aparentemente, Idalmis no clasificaría en el perfil de víctima de violencia, pero sus avatares cotidianos promueven otras reflexiones.
"La sobrecarga de labores intra y extrahogar, así como la adjudicación y asunción de un grupo de roles que están 'pautados' convierten a esta mujer en violentada", a juicio de la doctora Grisell Rodríguez Gómez, psicóloga e investigadora del Centro de Estudios Demográficos (CEDEM), de la Universidad de La Habana.
Según la experta, esa violencia "muchas veces no es física pero sí se manifiesta en la vulneración de sus derechos más elementales", reflexionó en entrevista con SEMlac.
Con ella coinciden otras estudiosas consultadas por este servicio, como la antropóloga y también doctora en Ciencias Leticia Artiles, titular igualmente de una consulta de climaterio.
"Estamos hablando de mujeres que, en general, han descuidado su salud mientras cuidan a terceros. Bajo esas condiciones, son frecuentes los estados depresivos, irritabilidad, ansiedad, cansancio frecuente, sobrecargas al sistema nervioso y la disminución de la llamada calidad de vida", precisó Artiles.
"En el caso de las mujeres de la edad mediana en Cuba, estos daños suelen potenciarse y agravarse, en primer lugar por la invisibilidad del problema y también porque se combinan con otros problemas de salud y laborales que crean un complejo panorama en no pocas ocasiones", advirtió a este servicio la psicóloga Mareléen Díaz Tenorio, del Grupo de Reflexión y Solidaridad "Oscar Arnulfo Romero" (OAR).
Contrastando miradas tan diversas y a la vez coincidentes, cabría considerar a esta forma de maltrato dentro del concepto de violencia simbólica definido por el sociólogo francés Pierre Bourdieu en la pasada década del setenta y que se describe como aquella "que arranca sumisiones que ni siquiera se perciben como tales, apoyándose en unas 'expectativas colectivas', en creencias socialmente inculcadas".
"Tanto la sobrecarga, como el ordenamiento doméstico no equitativo, son parte de esa violencia correctamente llamada sutil que implica que quienes integran una familia dejen sobre los hombros de solo uno de sus integrantes -generalmente la mujer- las responsabilidades del cuidado y del funcionamiento hogareño", precisó Artiles.
El costo de las herencias
Para Idalmis, quizás una de las consecuencias de su situación que más malestar le provoca es que todos en la familia han asumido con naturalidad que ella sea la destinada a ejercer de cuidadora.
"Mi hermano ya está pensando en cómo trasladar a mami para mi casa y mis hijos de 12 y 14 años, aunque han vivido en un hogar donde las tareas siempre han estado compartidas entre su papá y yo, ya suelen planificar actividades solo con mi esposo, porque 'mami tiene que ir a ayudar a abuela'", se lamentó con SEMlac.
Según la antropóloga e investigadora mexicana Marcela Lagarde, la labor del cuidado "está en el centro de las contradicciones de género entre mujeres y hombres".
A juicio de esta investigadora feminista, las transformaciones del siglo XX reforzaron para millones de mujeres en el mundo un sincretismo de género: cuidar a los otros a la manera tradicional y, a la vez, lograr su desarrollo individual para formar parte del mundo moderno, a través del éxito y la competencia.
"El cuidado como deber de género es uno de los mayores obstáculos en el camino a la igualdad por su inequidad", precisa Lagarde en su artículo "Mujeres cuidadoras: entre la obligación y la satisfacción".
Como en la mayoría de los casos de violencia intrafamiliar y de género, la construcción cultural de ser hombre y mujer, y una relación de poder, se asientan en el origen de no pocas manifestaciones de maltrato.
En Cuba hay actualmente más de un millón de mujeres entre 40 y 59 años de edad, que representan cerca del 40 por ciento de la población, de acuerdo con el Anuario Demográfico de 2011, publicado por el Centro de Estudios de Población y Desarrollo (CEPDE), de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información (ONEI).
Muchas de ellas están en posición de cuidadoras y la cifra va en aumento en el contexto de una población con un índice de envejecimiento de poco más de 18 por ciento de personas con 60 y más años, y donde cada vez habrá más abuelas y abuelos demandantes de cuidados permanentes.
En la isla, según datos publicados por la ya citada revista Bohemia en 2010, existían unos 127 instituciones estatales para internar a adultos mayores demandantes de cuidados. Sin embargo, sus capacidades son todavía insuficientes para la situación demográfica de la población cubana, pues solo alcanzan a cubrir el 0,6 por ciento del total de las ancianas y ancianos.
En el país existe un Programa de Atención al Adulto Mayor, liderado por el Ministerio de Salud Pública (MINSAP), que busca, como tendencia, mantener a estas personas en su propia comunidad, primero por una razón humana y también por motivos económicos.
En los últimos años se han fortalecido otras variantes para aliviar la responsabilidad familiar, como comedores públicos, auxiliares geriátricos a domicilio y las casas de abuelos, que ya suman más de 200 en toda la geografía insular y atienden durante el día a mayores con algún tipo de conflicto psicosocial, especialmente aquellos que viven solos o pasan sin compañía largos períodos de tiempo.
Pero la demanda sigue siendo superior a la oferta y cálculos especializados estiman que, para 2025, casi tres millones de personas de la tercera edad requerirán en Cuba servicios de geriatría, gerontología u otro tipo de apoyo social y de salud.
De ellos, más de cuatro mil sumarán las listas de espera para ingresar a este tipo de residencias que, de mantenerse en su número actual, solo llegarían a cubrir el 0,34 por ciento del total de ancianos en el país, indicó el citado artículo de Bohemia.
En el escenario concreto de las cuidadoras resulta un proceso que, además de la sobrecarga laboral, conlleva severos costos afectivos.
"Se asiste a una involución de los padres, o de los esposos, que cada vez son menos independientes, por lo que en vez de placer produce dolor", resumió a SEMlac la doctora Norma Vasallo, presidenta de la Cátedra de la Mujer, de la Universidad de La Habana
Fuente: SEMlac Cuba – 25/2/2013.
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