Silvio Aristizábal Giraldo
Amour (por su título en francés), película escrita y dirigida por el austríaco Michael Haneke, triunfadora en varios festivales europeos y ganadora del premio Oscar 2013 a mejor película extranjera, además de ser una extraordinaria cinta, puede ser vista como una voz de alerta para nuestras sociedades.
La película narra la historia de una pareja de octogenarios, Georges y Anne, profesores de música clásica, que viven en París, se aman y cuidan uno del otro, pero cuya vida cambia radicalmente desde el día en que a la esposa le diagnostican una enfermedad degenerativa. A partir de ese momento Georges se dedica a cuidar a su mujer, al comienzo con ayuda de una enfermera y luego por sí solo, en una labor que día a día se torna más difícil ante el evidente deterioro de la salud de Anne. Georges tiene la convicción de que la situación debe ser enfrentada por la pareja, y está decidido a no internar a Anne en una institución. Así lo hace saber a su hija cuando esta plantea dicha posibilidad. La película muestra a un hombre anciano cuidador que atiende a su esposa anciana con gran solicitud, y para no verla sufrir más, un día, decide quitarle la vida.
No soy crítico de cine, en consecuencia no me ocuparé de analizar los aspectos técnicos y estéticos de la película, o la trayectoria de su director. Tampoco soy experto en bioética por lo tanto, no voy a discutir el tema de la eutanasia. Me interesa, en cambio, reflexionar sobre la problemática que se plantea en la película con relación a la vejez, un tema de gran actualidad dada la transformación demográfica mundial. Como es sabido, el envejecimiento poblacional es un hecho que ya se experimenta en Europa y comienza a presentarse con fuerza en nuestros países, con implicaciones en todos los campos.
Envejecimiento poblacional
El aumento de la longevidad en el mundo empezó a ser notorio desde mediados del siglo XX y se intensificará en el presente siglo, generando cada vez mayores impactos a nivel individual, social, político, económico y cultural. La disminución de la natalidad y los avances en el conocimiento científico figuran entre los principales responsables de este fenómeno. De acuerdo con informes de la Organización de Naciones Unidas, la población mayor de 60 años, que en el año 2000 sumaba cerca de 600 millones de personas, ascenderá para el 2050 a 2000 millones, una cifra cercana a la población de China e India juntas. Esto significa que en el lapso de medio siglo, este grupo poblacional se duplicará. La transición demográfica es de tal magnitud que para mediados del siglo XXI el porcentaje de viejos en el mundo será equivalente al de los jóvenes. Inclusive en algunos de los países llamados desarrollados el número de personas viejas, será más del doble que el de los niños.
Envejecimiento en América Latina
El proceso de transformación demográfica ha entrado también en todos los países de América Latina, aunque de manera distinta. A medida que disminuye la fecundidad se produce un paulatino envejecimiento de la población y la proporción de las personas mayores se incrementa. Las proyecciones demográficas para esta parte del continente prevén que los mayores de 60 años, serán en el 2025 el 15% de la población total, casi el doble de lo que eran en 1998, cuando alcanzaban solo el 8%.
Como es apenas obvio, existen marcadas diferencias entre el envejecimiento en los países desarrollados y en América Latina. Por ejemplo, mientras en aquellos el envejecimiento se ha producido de manera gradual, en América Latina, como en todos los países de la llamada periferia, será necesario atender simultáneamente a las prioridades del desarrollo y a los problemas derivados del envejecimiento poblacional. De otra parte, mientras en los países desarrollados más del 80% de las personas viejas vive en zonas urbanas, en América Latina esta cifra es apenas del 50%. En lo que se refiere a la seguridad social, los países industrializados garantizan a la mayoría de las personas viejas una vida en condiciones dignas. No puede afirmarse lo mismo de América Latina, donde, en promedio, solo el 25% de quienes sobrepasan los 60 años tiene en la actualidad una pensión de jubilación (se exceptúan Brasil, Argentina y Chile, con más del 50%). A lo anterior hay que agregar que la situación de las mujeres es más grave aún, debido a que las mayores de 60 años son más numerosas que los hombres y viven más que éstos. Lo que se conoce como feminización del envejecimiento y la vejez.
El mensaje de Amour
En opinión de los expertos, con el aumento del promedio de vida se incrementa sustancialmente el peso relativo de las personas de edades muy avanzadas, las cuales por lo general tienen una mayor necesidad de apoyo médico, institucional y familiar. Es la situación que se presenta en los países desarrollados. De ahí que para algunos críticos y comentaristas, Amour es una película para una Europa envejecida. Pero la película también puede alertarnos sobre situaciones futuras en nuestros países, derivadas del incremento de la longevidad previsto para las próximas décadas.
Una primera reflexión está relacionada con el tema de la seguridad social: por lo que se observa en la película, Georges y Anne tienen las condiciones económicas suficientes para atender a sus necesidades. La pregunta, para el caso de América Latina es: ¿Qué posibilidades de una vejez digna tienen los viejos de hoy, cuando los porcentajes de cobertura en seguridad social son tan bajos en la mayoría de nuestros países? Pero, además: ¿Qué perspectivas tienen en este campo los niños y jóvenes de hoy que viven – es decir, envejecen-, con escasas posibilidades de estudiar y sin alternativas para un empleo digno?
Otro aspecto interesante para la reflexión es el que se refiere a las redes de parentesco y su función en la vejez. Georges y Anne tienen una hija que vive en otra ciudad, cuyas actividades profesionales la mantienen alejada de sus padres. Para Georges es claro que el problema deben afrontarlo ellos solos. Una mirada a América Latina muestra que para nuestras culturas los vínculos familiares son considerados como un valor de gran importancia y una fortaleza en el momento de afrontar los problemas de la vida y específicamente los de la vejez. Sin embargo, cabe preguntar: ¿Cuáles son las posibilidades de continuidad de estas redes familiares, teniendo en cuenta la disminución de la natalidad, las transformaciones en la estructura familiar tradicional y las migraciones campo-ciudad o de unos países a otros? Ya en nuestras grandes ciudades se advierte la soledad y el abandono de los viejos. Esto en circunstancias en las que los efectos del envejecimiento demográfico aun no se perciben en su total magnitud. Igual situación se empieza a observar en las zonas rurales donde las generaciones jóvenes emigran, dejando solos a los mayores.
¿Qué hacer, entonces? Es necesario un cambio de actitud a nivel individual y social, pero, sobre todo, se requieren políticas públicas que comprometan al Estado en primer lugar, pero también a la sociedad, a las familias y a los ciudadanos a enfrentar los desafíos de la llamada revolución silenciosa, a saber, el envejecimiento poblacional. Amour, hermosa y profundamente conmovedora, es una invitación a reflexionar sobre estos desafíos, pues como afirma el mismo Haneke: “Todos envejecemos y ese tema […] nos concierne prácticamente a todos”.
Fundación CEPSIGER para el Desarrollo Humano
1 de marzo de 2013
http://fundacioncepsiger.org/nuevosite/