La comunidad mundial ha llegado a un punto decisivo en sus esfuerzos colectivos para hacer frente a la pobreza y abrir las puertas a un futuro mejor. Se acerca con rapidez la fecha límite de 2015 para el logro de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, al tiempo que se intensifican los debates sobre la formulación de una visión para el desarrollo con posterioridad a esa fecha. En este esfuerzo, debemos hacer frente a los cambios demográficos, en particular a las necesidades y los problemas de la creciente población de personas de edad.
Para 2050, en los países desarrollados habrá el doble de personas de edad que de niños, y en los países en desarrollo está previsto que se duplique el número total de personas de edad. Esta tendencia tendrá consecuencias trascendentales tanto para los países como para los individuos.
Existe un amplio reconocimiento de que el envejecimiento de la población constituye tanto una oportunidad significativa como un desafío. La oportunidad consiste en aprovechar las numerosas contribuciones que pueden hacer las personas de edad a la sociedad. Por su parte, el desafío consiste en actuar ahora a ese respecto, mediante la adopción de políticas que promuevan la inclusión social y la solidaridad entre generaciones.
Con frecuencia oímos palabras de admiración a las personas de edad por su sabiduría, pero esas personas también quieren tener voz. En nuestro proceso de consultas sobre la agenda para el desarrollo después de 2015, las Naciones Unidas han escuchado a más de un millón de personas, muchas de las cuales son personas de edad. Abogan por un mundo en el que todos tengan alimento, vivienda, agua potable y saneamiento y acceso a los servicios básicos de salud y educación. He incluido esos mensajes en mi visión sobre una agenda transformadora para el desarrollo después de 2015, que figura en mi informe titulado «Una vida digna para todos».
En este Día Internacional de las Personas de Edad, hago un llamamiento a los países y pueblos para que se comprometan a eliminar las barreras a la plena participación de las personas de edad en la sociedad y, al mismo tiempo, protejan sus derechos y su dignidad.
Ban Ki-moon