La presencia de un trastorno depresivo en personas mayores de 65 años aumenta la mortalidad, produce impacto negativo en la calidad de vida y se ha constituido en un problema de salud pública en el ámbito mundial.
El organismo de un anciano deprimido puede llegar a funcionar peor que el de aquel que padece enfermedades médicas crónicas tales como artritis, enfermedad pulmonar o diabetes.
Las tasas de mortalidad por suicidio en ancianos son mayores que en personas jóvenes, variando entre el 5 y el 10 por ciento, siendo los trastornos afectivos un factor de riesgo independiente y significativo para suicidio en este grupo de edad.
El 85 por ciento de los pacientes ancianos con depresión que se suicidan son hombres. Este acto en adultos mayores se caracteriza por estar antecedido de un menor número de amenazas y el empleo de métodos más letales que lo reportado en edades más tempranas. Otros factores de riesgo asociados al suicidio en ancianos son: ser viudo o divorciado, vivir solo, abuso de sustancias y eventos vitales estresantes de índole financiera o interpersonal.
A su vez, las patologías médicas son un factor de riesgo para desarrollar depresión durante la vejez. Algunas de las condiciones médicas que merecen especial atención son las siguientes:
La depresión es considerada actualmente como un elemento de riesgo similar a la diabetes o la hipertensión para el desarrollo de enfermedades cardiovasculares como infarto de miocardio, falla cardíaca y eventos cerebrovasculares.
Al mismo tiempo, diferentes tipos de cáncer se han asociado a la presencia de trastorno depresivo en adultos mayores. El cáncer de páncreas, pulmón y cuello, son los más comunes relacionados. Los trastornos depresivos son más frecuentes y severos a medida que el cáncer progresa.
El alzhéimer, por su parte, se asocia frecuentemente con la depresión. En las etapas incipientes de la enfermedad la asociación es del 10%, y en casos más avanzados del 60% o más. Sin embargo, en estos pacientes los síntomas depresivos suelen ser menos graves que en la población que no padece dicha patología.
José Manuel Calvo, profesor asociado del Departamento de Psiquiatría, de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional de Colombia, comenta que el tratamiento busca mejorar la calidad de vida, lograr la remisión de los síntomas y prevenir las recaídas y recurrencias.
“La fase inicial del tratamiento se denomina aguda y el objetivo en ella es la remisión de los síntomas. En esta fase se implementan las diversas medidas terapéuticas, ya sea psicoterapia o farmacoterapia o una combinación de ambas modalidades”, comenta Calvo.
Calvo recalca que cuando se ha logrado una mejoría significativa se pasa a la fase de continuación, en la cual se debe mantener el antidepresivo a la misma dosis durante un lapso de tiempo que varía entre los cuatro y nueve meses, con el fin de prevenir recaídas.
Por último, el psiquiatra concluye que el conocimiento y la familiarización del médico y el personal sanitario con dicho trastorno y sus particularidades, son necesarios con el fin de poder realizar la detección y tratamiento oportuno del mismo, y de esta forma reducir el impacto negativo que tiene en el paciente, la familia y la comunidad en general.
Si bien, se ha establecido que la mayor cantidad de casos se presentaron en las edades comprendidas entre los 20 y 24 años para ambos géneros, en términos de tasas específicas es la población masculina comprendida entre los 70 y 74 años, y los de 75 y 79 años, la que encabeza la lista de más suicidios por 100.000 habitantes, según un informe emitido por Instituto de Nacional de Medicina Legal y Ciencias Forenses del 2007, una tendencia que se mantendría en la actualidad.
Fuente: Agencia de Noticias UN - 12/5/2014.
http://www.agenciadenoticias.unal.edu.co/categorias/cat/salud.html