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La vejez en las Américas

Martes, 01 de Marzo de 2005
Políticas y Derechos

Artículo de M .Loewy, reimpreso de Perspectivas en Salud, la revista de la Organización Panamericana de la Salud, publicada en inglés y español

Latinoamérica y el Caribe están presentando un "fenómeno de envejecimiento" que tendrá un gran impacto en el perfil de salud de la región. Los expertos dicen que ahora es el momento de invertir en un envejecimiento saludable, para asegurar una mejor calidad de vida para adultos y jóvenes por igual.

El 14 de octubre del año pasado murió en Dominica, a los 128 años, la persona más vieja de la historia humana reciente. Elizabeth "Ma Pampo" Israel había nacido en enero de 1875, antes de que existieran el teléfono o la lámpara de luz incandescente. Aunque su voz era débil y había perdido la vista, le encantaba oír hablar a quienes la visitaban. "Ma Pampo" trabajó en el campo por casi 90 años y hasta su muerte solía levantarse para rezar a las 5 de la mañana. Las autoridades locales dicen que la tranquilidad de Dominica contribuye a transformarla en una especie de capital mundial de los centenarios, ya que en una población de 70.000 habitantes hay más de 20 personas que superan los 100 años.

"Ma Pampo" fue noticia por su longevidad, pero quizá dentro de algunas décadas alcanzar su edad será mucho menos infrecuente. El envejecimiento global de la población, ya constatable en muchos países desarrollados, también asoma como una "oleada" demográfica en América Latina y el Caribe. En 2000, sólo una de cada 12 personas en la región tenía más de 60 años. Para 2025 se estima que la proporción va a cambiar a una de cada siete, lo que significa que la población de adultos mayores en las Américas crecerá un 138%, de 42 millones a 100 millones. Dentro de 20 años, en cada país al menos el 10% de los mayores de 60 estará incluido dentro del grupo que superó los 80 años; y para 2050, en cinco países esa franja representará el 8% de la población. Los centenarios se transformarán en un sector marginal, pero representativo, dentro de la pirámide poblacional.

La expectativa de vida a comienzos del siglo pasado rondaba los 30 ó 40 años en los países de la región, y los progresos de las ciencias biomédicas prometen extender los límites de la vida humana a 100 ó 120 años. Pero el contexto social no parece avanzar al mismo ritmo. "Lo malo no es que la población envejezca, sino que las sociedades no tomen conciencia del fenómeno –sostiene la epidemióloga Martha Peláez, asesora regional en envejecimiento de la Organización Panamericana de la Salud (OPS)–. Evitar la muerte prematura y envejecer es un logro de la salud pública, pero pareciera que condenamos a la gente a que sufra ese logro porque no le damos recursos ni atención para que viva con dignidad los últimos años. Es como si no estuviéramos preparados como sociedad para afrontar tal logro con acciones que valoren esa etapa de la vida".

Peláez es una de las gestoras del primer informe sobre El estado de envejecimiento y salud en América Latina y el Caribe, presentado en forma conjunta por la OPS y el Instituto Merck de Envejecimiento y Salud. El informe ofrece una radiografía acabada del problema en la región, y propone asimismo un plan de acción general "realizable" para garantizar que las personas mayores "sobrevivan y estén cada día mejor, y que el ciclo de salud de América Latina y el Caribe aumente junto con el ciclo de vida". Un desafío que involucra a gobiernos, sociedades y proveedores de servicios de salud, y de cuyos éxitos seremos todos beneficiarios.

No es lo mismo

Como la palabra "anciano" remite a una persona discapacitada que espera morirse, dice Peláez, el documento sobre envejecimiento habla de "adultos mayores". El adulto mayor promedio en la región es de sexo femenino (las mujeres representan el 60% del total), vive en zonas urbanas y tiene apenas la escuela primaria completa. Pero el perfil demográfico y socioeconómico difiere entre las distintas subregiones e incluso en el interior mismo de los países.

En la región andina, el "índice de envejecimiento" –la cantidad de personas de 60 años y más por cada 100 niños menores de 15 años– se duplicará en dos décadas. En Cuba y Puerto Rico habrá entonces más personas mayores de 60 que menores de 15 años. En la República Dominicana, Costa Rica y Panamá habrá por lo menos un adulto mayor por cada dos niños. Los expertos sospechan que las enfermedades nutricionales y metabólicas de los ancianos, muchos de ellos viviendo en condiciones de pobreza, representan una de las principales amenazas sanitarias de la región.

El Caribe angloparlante y las Antillas holandesas tendrán una de las tasas de envejecimiento de la población más altas de todo el hemisferio. En esos países, la dinámica migratoria hace más complejo el problema: usualmente las abuelas deben quedarse al cuidado de los nietos por la emigración de las generaciones jóvenes, y, además, quienes trabajaron muchos años en el exterior vuelven ya jubilados a su tierra natal, en donde demandan servicios sociales y de salud.

El Cono Sur (Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Uruguay) y México concentran dos tercios de la población adulta mayor de la región. En Uruguay, el país más envejecido del hemisferio (más del 17% de la población supera los 60 años), la cantidad de adultos mayores igualará a la de niños en dos décadas. El índice de envejecimiento de México va a saltar de 20,5 en el año 2000 a 153,5 en 2050.

El envejecimiento de la población –alertan los expertos– amenaza con poner en crisis los sistemas sanitarios, las formas tradicionales de educación y trabajo, y la estructura misma de las sociedades. "La pirámide poblacional se está verticalizando, pero también se están verticalizando las familias", sostiene Julieta Oddone, profesora de Sociología de la Vejez en la Universidad de Buenos Aires.

"Antes, una familia sostenía a una o dos personas ancianas. Pero ya se empieza a ver que conviven dos o tres generaciones de viejos con pocos descendientes, o personas de 60 años que cuidan a mayores de 80... Son procesos que requieren de una mirada más amplia, no sólo de los sistemas sanitarios o de seguridad social, porque esas familias no pueden sobrellevar solas los cambios que se producen en su propio seno", agrega la responsable del proyecto de Envejecimiento y Sociedad de la sede local de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (Flacso).

El aspecto demográfico y médico se entrelaza con la variable económica. Satisfacer las necesidades especiales de los adultos mayores puede demandar tiempo, esfuerzo y dinero al resto de la familia. Una encuesta reciente realizada por la OPS en siete ciudades de América Latina y el Caribe revela que la quinta parte de los adultos mayores que viven en comunidad (no en hogares de ancianos) tiene al menos una limitación para realizar actividades de la vida cotidiana como comer, vestirse o ir al baño. Uno de cada dos hombres y dos de cada tres mujeres sufren artritis, osteoporosis, mala visión o incontinencia, todas condiciones que discapacitan en distinto grado.

Prevención

En el complejo termal de Villa Elisa, a 360 kilómetros de Buenos Aires, Argentina, el agua salada fluye a 41° C. Héctor Vincón y su esposa Susana, de 78 y 70 años, respectivamente, se sumergen en las aguas 20 veces por año para desinflamar los tobillos, calmar lumbagias o mejorar la flexibilidad de las rodillas. "Tratamos de mantenernos tan activos como cuando éramos jóvenes", aseguran. Al igual que el matrimonio Vincón, más de la mitad de quienes visitan estas termas superan los 60 años y procuran aliviar distintas dolencias físicas, aunque deban pagarlo de su bolsillo porque los sistemas de salud no financian estos tratamientos. También hay numerosas barreras para lograr el acceso a la medicación y a los servicios sanitarios convencionales en la mayoría de los países de la región.

El objetivo es lograr más y mejor vida. En el último medio siglo, la región logró ganar alrededor de 9 años de existencia después de los 60 años. Según los especialistas, la medida de mayor impacto para seguir aumentando la esperanza de vida deberá ser la prevención primaria y secundaria de las enfermedades cardiovasculares, que hoy representan 20 veces el riesgo de morir por causas externas, 6 veces el de morir por una enfermedad transmisible, 3 veces el de morir por cáncer y 2 veces el de hacerlo por cualquier otra causa. La buena noticia –señala el informe de la OPS– es que los hombres y mujeres mayores tienen un 21% y un 29% menos de probabilidades, respectivamente, de morir por enfermedades del sistema circulatorio, en comparación con la década de los 80.

Otro indicador para medir la salud de los mayores es el "estado de salud autoinformado". Según la encuesta, en siete ciudades de la región, el 42% de las mujeres y el 49% de los hombres mayores de 60 dijeron tener una salud "excelente" o "buena".

Las respuestas positivas dependen del éxito con que las personas mayores puedan prevenir las limitaciones funcionales, la desnutrición y las enfermedades crónicas, para lo cual el informe de la OPS sostiene que resulta crítico intervenir sobre factores de riesgo modificables –tales como tabaquismo, sedentarismo, malnutrición o falta de acceso a los servicios de salud–, que contribuyen con un 70% del deterioro global asociado al envejecimiento.

Según Patricia Barry, directora ejecutiva del Instituto Merck, es evidente que las personas mayores tienen requerimientos de salud específicos y más complejos que las personas más jóvenes. Pero los sistemas de salud pública o de vigilancia epidemiológica, en líneas generales, no tienen documentadas esas necesidades ni registran la prevalencia o incidencia de los problemas de salud graves en esa etapa de la vida. "Las personas mayores necesitan la atención adecuada para prevenir enfermedades, promover su independencia y mejorar su calidad de vida", señala Barry. El nuevo informe se plantea como una herramienta para trazar una ruta hacia esa meta.

El psicogerontólogo argentino Leopoldo Salvarezza, ex titular de la Cátedra de Vejez de la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, estudia el fenómeno del envejecimiento desde hace 35 años. "El ser humano no quiere identificarse o ponerse en la piel de ese viejo que indefectiblemente va a ser. Es como si lo culpara por ser viejo, o por plantearle un problema a una sociedad que no había reparado en ello. Eso promueve la desconsideración hacia la persona mayor. Semanas atrás, una organización alemana que brinda cachorros gratis decidió dejar de dárselos a las personas mayores para que los animales no sufran cuando su dueño muera. ¡Es grotesco! ¡Pesan más los derechos del perro que los del anciano!", protesta Salvarezza.

El abordaje médico no resuelve todos los problemas asociados al envejecimiento, pero puede ser un buen primer paso. Para promover una mejora del estado general de salud de los adultos mayores en América Latina y el Caribe, el documento conjunto de la OPS propone unas metas que deberían empezar a satisfacer entre un tercio y dos tercios de los países antes del año 2010:

Desarrollar pautas y procesos para controlar el estado de salud de las personas mayores, e implementar un sistema de vigilancia.
- Promover y financiar una agenda de investigación de la salud pública para identificar las amenazas a la salud de las personas mayores.
- Promover comportamientos y entornos saludables para los mayores.
- Desarrollar un marco regulatorio para proteger los derechos de las personas mayores en entornos de cuidados a largo plazo.
- Definir normas adecuadas para los servicios de salud geriátrica; controlar y evaluar el acceso de las personas mayores a los servicios de salud necesarios.
- Desarrollar un plan nacional para capacitar en geriatría al personal en atención primaria de la salud, y brindarle a todo el personal en esta área cierto grado de educación y capacitación en geriatría.

"Son metas realizables, son plazos realistas –se esperanza Peláez–. Hay que empezar a dar respuestas cuanto antes. Estamos hablando de una etapa de la vida que puede prolongarse 30 años, no es una antesala de la muerte. En el siglo pasado las niñas se preparaban para ser madres a partir de los 13 años, y cuando empieza a crecer la esperanza de vida se crea la adolescencia. En particular, la etapa que va de los 60 a los 75 u 80 años es algo así como una segunda adolescencia. Los adolescentes y adultos mayores tienen en común la falta de definición de su identidad como persona y la lucha entre el individuo con su entorno social por la independencia/dependencia. Pero esta nueva etapa no la hemos definido como tal: la persona y la sociedad deben recrear nuevos roles para esa franja de edad. Es un reto cultural y social impostergable", concluye Peláez.

Matías Loewy escribe sobre ciencia y salud para la revista semanal Noticias de Argentina.