A menudo, las personas mayores se animan a participar en una revisión de la vida, es decir, a explorar cuidadosamente los detalles de su vida como un todo, a armar la "historia de mi vida". Existen grupos para producir tales memorias, y a los miembros jóvenes de la familia se les anima a entrevistar a sus mayores "antes de que sea demasiado tarde". Al participar en este proceso con un ojo apreciativo, uno no sólo encuentra placer, sino un mayor sentido del significado y de la paz. Las revisiones se centran en sí mismas, como el centro de la actividad. Tratamos de descubrir "lo que me pasó, lo que sentía, qué decidí o pensé...". Aunque la revisión de la vida es un tema popular, el asunto es estrecho. Una y otra vez, las encuestas nacionales indican que los aspectos más importantes o valiosos de la vida de las personas son sus relaciones. Por lo tanto, nos preguntamos: ¿qué sucede si se pone a un lado la "historia de mi vida", por un tiempo, y en su lugar se revisa la historia de las relaciones de las que he sido parte? ¿Qué podríamos aprender? ¿Cómo se expandirían nuestra conciencia o apreciación?
Ambos hemos jugado con esta idea desde hace algún tiempo, en un caso entrenándonos en escribir una "interacción", o una biografía de nuestra vida de pareja. Ahora lo encontramos iluminador para repensar la historia de otras varias relaciones en las que hemos participado. Por ejemplo, ¿qué es lo que recordamos sobre nuestra vida familiar más temprana? En lugar de pensar en "lo que me pasó", se podría reflexionar sobre lo que le pasó a mi familia con el tiempo, la relación de padre, madre y hermanos, y cómo hemos funcionado juntos – en las buenas y en las malas. Aquí comenzamos, por ejemplo, a pensar en las dificultades económicas de nuestros padres y sus sacrificios por nosotros, junto con la forma en que les trajimos placer... ¡y también un poco de dolor! Comenzamos a apreciar el modo en que nuestras madres parecían mantenernos juntos, y cómo, después de su muerte, cambiaron las relaciones con nuestros hermanos y hermanas. Y también pensamos en las relaciones de amistad, algunas ahora inactivas, algunas perdurables. No preguntamos, en este caso, "¿a dónde hemos llegado desde ahí?", sino, por ejemplo, "¿cómo hemos crecido tan bien?", y "¿qué alegría creamos juntos?" Y, por supuesto, están los equipos en los que hemos participado, los clubes y las comunidades. Todo añade estratos significativos a nuestra comprensión y apreciación.
Las relaciones tienen su vida propia; podemos participar, pero como en una conversación animada o una danza, las direcciones que toman nacen de la interacción. A medida que envejecemos, necesitamos explorar la dinámica de estas relaciones, apreciar las dimensiones que han añadido a la vida de los participantes, incluyéndonos a nosotros mismos, y saborear estas fuentes de significado y de inspiración.
Kenneth y Mary Gergen
Boletín del Envejecimiento Positivo N° 79
Mayo - Junio 2015.
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