Ricardo Iacub
Estar 'siempre activos' aparece como un imperativo categórico de nuestro tiempo, que va desde los niños híper estimulados hasta los mayores súper ocupados, sin que resulte tan claro su sentido.
La actividad puede ser un direccionador de deseos e intereses personales; un objetivo que permite dotarnos de bienestar psicofísico, o hasta encontrarse tan vacía de contenidos, que se convierta en un “hacer por hacer”, donde el único mérito pareciera residir en sentirse ocupado.
Las propuestas de vida para los adultos mayores cambiaron radicalmente en las últimas décadas. Las imágenes y relatos que ubicaban a la vejez como un momento altamente diferenciado de otras etapas, con pocas actividades, menos contactos y con un ícono emblemático, el del anciano calmo y sentado en la mecedora, parecen antiguos y desactualizados. Las representaciones sobre la edad, como de género, dejaron de ser evidentes y mucho menos exigibles. En este cruce de representaciones novedosas encontramos una nueva propuesta: el envejecimiento activo.
De las mecedoras pasamos a otro cuadro, altamente representativo de esta época, las piscinas con mujeres mayores sonrientes haciendo acua gym. Imagen que en generaciones anteriores hubiese parecido desubicada o hasta atrevida. Por ello, la pregunta sobre la actividad debería permitirnos reflexionar acerca del sentido de la misma y la oportunidad de elegirla.
La propuesta del envejecimiento activo es, sin duda, la resultante de una serie de cambios históricos que han afectado las trayectorias individuales. La jubilación produce la pérdida de una ocupación obligatoria, de gran extensión temporal y exigencia, frente a la cual realizar actividades y determinar cuántas o cuáles, se convierte en una elección más personal, para la que no siempre estamos preparados. Cuestión que podría desnudar la carencia de proyectos confundida con la falta de actividades.
Por todo esto, la pregunta radica en la importancia y el significado de mantenerse activo. La investigación científica muestra que las actividades que resultan más satisfactorias en las personas mayores son aquellas que tienen un cierto grado de responsabilidad pero que no son tan rígidas como el trabajo, ni tan blandas como para no generar ninguna obligación. Es a través de actividades donde se generan relaciones esenciales con la vida: lazos sociales, valoraciones personales, proyectos para el mañana y hasta rutinas que organizan el día, la semana o el mes.
Estar activos recorre un universo de posibilidades donde se liga lo social, lo afectivo, lo físico y lo mental. Si tomamos como ejemplo la actividad física y deportiva en las personas mayores podríamos ver la conjunción de muchos de estos objetivos. Los estudios muestran que es una de las mejores medidas de prevención para diversas patologías, así como de desarrollo y crecimiento, remarco, incluso en la vejez. Sin que resulte, nunca tarde para empezar, ni para continuar.
Una de las evidencias actuales se encuentra en la incidencia sobre lo mental: desde lo cognitivo, mejorando considerablemente la memoria; en la relación de control y disfrute con el propio cuerpo, y hasta en el estado anímico, por la liberación de hormonas asociadas con el placer. Sin dejar de tener en cuenta, además, que en cualquier actividad realizada en forma grupal hallamos un encuentro con otros que nos estimula socialmente y fortalece la necesidad de contacto y afecto con el otro.
Estar activos en las personas mayores también se ha constituido en un nuevo ideal de vida ya que se suele asociar con la autonomía, la salud, la realización personal y la búsqueda renovada de objetivos. Es habitual escuchar a adultos mayores contar con alegría que los hijos no los encuentran en sus casas ya que van y vienen de sus múltiples actividades. No resultar una carga para los hijos es algo muy ponderado ya que esta generación de adultos mayores rechaza volverse dependientes de sus familias. Por el contrario, los modelos de vejez inactiva, en la casa o instituciones especializadas y con mucho tiempo libre, resultan fuertemente rechazadas por representar un cierre anticipado de la vida.
Sin embargo es importante destacar que como todo ideal social, aún con sus aciertos notables, no debe convertirse en un imperativo que masifique a todos por igual, ni convertir la vida en un esfuerzo de tales proporciones que nos deje exhaustos o molestos con las obligaciones a cumplir. Aunque sí tener en cuenta que el destino personal puede variar en la medida que nos comprometamos con actividades que tengan sentido para uno y que mejoren nuestro rendimiento físico y mental.
Entender que el ser humano, más allá de la edad que tenga, no deja de imaginar un futuro posible y que, el poder ocuparnos activamente de ello, incide notablemente en la calidad y cantidad de años de vida. Lo que no significa negarnos el placer de hacer un poco de fiaca.
Como individuos y como sociedad, deberíamos ir en la búsqueda del arte de envejecer, más allá de las reglas fijas, pero si con referencias de un estilo, cada vez más personal, que nos orienten. Con momentos de ocupación y de ocio; de disciplina y de desmesura, sin que la confusión, por carecer de demandas externas, el trabajo o los hijos, nos obnubile, ni que las demandas del “hacer por hacer” reemplacen las búsquedas más genuinas
Fuente: Clarín - 1/04/2017.
https://www.clarin.com/opinion/vidas-plenas-alla-edad_0_B1lW5Ihhe.html