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Cáritas Cuba: Iniciativas productivas y participación social de las personas mayores

Jueves, 19 de Julio de 2018
Artículos, experiencias, actividades

Cuando se habla de participación social, se hace referencia a todas las actividades que realizan las personas y/o los grupos con el propósito de lograr un proyecto común, que responde a sus necesidades y tiene determinados objetivos y metas.

Existen muchas maneras de participar, con diferentes niveles de expresión.  A través de la vida, hasta llegar a la vejez, los espacios de participación están dados: los ámbitos familiar, escolar, laboral y social se convierten en auténticos escenarios para esta. Al nacer, la familia acoge con la necesaria protección y guía los primeros pasos; al crecer, se pasa a la escuela con sus ambientes grupales de coetáneos y educadores; luego, continúan las etapas adolescente y juvenil, que transcurren con gran importancia del grupo —sobre todo la primera— y en las cuales se produce la preparación para el trabajo. Más tarde, en la adultez media, suele producirse una especie de multiplicación de los proyectos personales y sociales, lo que trae consigo la amplificación de la participación.

Al llegar a la sexta década, cambian nuevamente las dinámicas individuales, y la persona mayor, aún vital, necesita elegir y propiciar sus espacios de inserción en la sociedad.

La Comisión Económica para América Latina y el Caribe, organismo dependiente de Naciones Unidas identificado como CEPAL, señala la urgencia de reconocer la contribución social, cultural y política de las personas mayores, así como de propiciar su participación. Por ello, considera la importancia de brindar oportunidades de empleo a quienes en esta etapa de la vida deseen trabajar, además de eliminar la discriminación presente en muchos estereotipos y garantizar el respeto que merecen.

Envejecer de modo activo significa mantener el interés, el compromiso, la cooperación y colaboración, la capacidad de informarse, manifestar opiniones y buscar soluciones; es la posibilidad de integrarse y organizarse en grupos, la facultad de ser útil. De ahí que las personas mayores puedan continuar aportando bienes y servicios a la comunidad cristiana o barrial en la cual se desenvuelven.

Múltiples son las formas en que suelen lograr esto. Algunas se suman a iniciativas productivas que generan ingresos monetarios para mejorar su bienestar; otras se incorporan a experiencias que, aun cuando no generan ingresos monetarios, resultan enriquecedoras en lo personal y en lo social. Lógicamente, estas iniciativas deben responder a las características, habilidades y potencialidades de los adultos mayores, tanto como a sus necesidades sentidas, teniendo presente el enfoque gerontológico.

En la actualidad, las iniciativas productivas, en sus diferentes opciones, se identifican como emprendimientos. Emprender significa iniciar, comenzar, acomodar, poner en obra; y de esto se deriva que a la persona emprendedora se le asignan cualidades como ser atrevida, resuelta, osada, decidida y activa.

Muchas veces en la vida emprendemos, ya sea para fundar una familia, optar por un oficio o profesión, asumir nuevos proyectos, vivir en uno u otro lugar, etc. Es bueno considerar que en la vejez también existe la posibilidad de asumir nuevas iniciativas productivas, ejercitando habilidades conocidas o “dándose permiso” para incorporar otras.

La participación activa de las personas mayores en este tipo de actividades puede facilitar su empoderamiento. Para lograrlo, se requiere de información clara y precisa, concientización de la utilidad de lo que se acomete, tener acceso a los medios necesarios, y sentir que se participa de forma plena en las decisiones, lo cual genera bienestar.

Igualmente enriquecedores resultan los espacios que promueven que las personas mayores atiendan todos los aspectos que constituyen su ser. Estas necesitan cuidar de su cuerpo cambiante, de la vida de relación; aprender de temas interesantes que corresponden a inquietudes aún insatisfechas, a novedades del desarrollo o a simples curiosidades; servir al otro de diferente manera y cultivar la espiritualidad tanto como sus criterios de trascendencia.

En la vejez o adultez mayor es saludable reajustar los roles de género. Al permanecer la influencia de los modos asignados y asumidos de ser varón o ser mujer, se refuerza a la fi gura masculina como proveedora y a la femenina al servicio de la familia. Así, el “adentro de la casa” para ella y el “afuera en la calle” para él sesgan la realización individual en las distintas maneras de distribuir el tiempo una vez concluida la vida laboral (reconocida y remunerada) y la jefatura de la vida familiar. Tales exigencias culturales limitan las posibilidades de vivir a plenitud cuando no hay razones válidas para ello.

El Programa de Personas Mayores de Cáritas Cuba se propone, entre otras acciones, facilitar espacios de participación en los grupos y servicios. Quienes se suman a ellos, si bien tienen diferentes estilos y niveles de compromiso, facilitan redes de apoyo social. Todos estos espacios son necesarios, pues respetan el intercambio entre iguales y lo comprenden como útil por evitar el aislamiento que, en ocasiones, se asocia con serios problemas de salud. En estos grupos están presentes quienes solo aportan su valiosa presencia pero disfrutan de las relaciones que allí se dan, otros que se comprometen con acciones puntuales o quienes van más allá y lo asumen comprometiéndose con el grupo y sus prioridades, sueños y decisiones. De esta cohesión grupal, de los estables, activos y comprometidos, pueden surgir emprendimientos exitosos.

Ofelia Bravo
Boletín Programa Personas Mayores
Enero-Abril 2018.