Entre los logros que nos ofrece el envejecimiento tanto a nivel individual como poblacional, está la posibilidad de superar aquella arraigada idea, de que a cada edad corresponde una forma especÃfica de sentir y actuar: un rol especÃfico a desempeñar en la sociedad. Inevitablemente nuestras sociedades deberán adoptar nuevas y superiores formas de convivencia entre las generaciones -niños, jóvenes, adultos de mediana edad y adultos mayores-, no sólo porque aumentará el porcentaje de adultos mayores y éstos incrementarán sus demandas y exigencias de inclusión activa en la vida pública, sino también porque la propia sociedad requerirá construir nuevas representaciones sociales sobre la vejez, que den cuenta del horizonte de longevidad que se avizora para la vida humana.
Pero que el futuro se presente promisorio no quiere decir que debamos permanecer pasivos a la espera de que aquellas condiciones superiores de convivencia, sobrevengan por si solas. Propender a desarrollar estrategias y polÃticas inclusivas, que fomenten las transferencias de habilidades, afectos, apoyos entre generaciones más allá del ámbito de la familia, que alcancen a las comunidades locales y nacionales, es una cuestión en la que aún se presentan fuertes e inexcusables retrasos.
Debemos trabajar desde ya en establecer estos nuevos entrelazamientos de convivencia intergeneracional, con una visión que no se conforme en idear encuentros puntuales, aislados de un concepto transformador que valorice en forma intensa a la persona humana, sus derechos y dignidad, a todo lo largo de su vida. Sabemos que el empleo del criterio de edad como mecanismo de distribución de poder social, subyace a relaciones de maltrato, exclusión y discriminación de los adultos mayores, pero también de los niños, de los jóvenes, de las mujeres en edad fértil, de los hombres que a los 40 años son excluidos del mercado laboral, alejándonos de la posibilidad de hacer real el deseo de una buena vida en cada momento de la vida.
Tendremos que estar alertas a no terminar, en aras de fomentar las capacidades y autoestima individual de los adultos mayores, incentivando el activismo y egoÃsmo social en ellos, que probablemente derivarÃa en mayor aislamiento de las propias generaciones de adultos mayores y debilitamiento de la solidaridad intergeneracional, principio básico para poder efectivamente transformar el envejecimiento en un logro para el desarrollo humano.
1 Diciembre 2005.
Ximena Romero - Coordinadora RLG
Christel Wasiek - Asesora RLG