Hace ya un mes que en la Diócesis de Matanzas se flexibilizaron las medidas restrictivas para pasar a la normalidad, tras el período de confinamiento por la situación epidemiológica dejada por la Covid 19. El equipo diocesano de Cáritas no se hizo esperar y a la fecha de terminación de este material ya ha visitado todas las comunidades donde hay presencia de algún servicio de asistencia del Programa de Personas Mayores, así como talleres de costura y hasta el primer reencuentro grupal.
Volver a encontrarnos con responsables, animadores, colaboradores, familiares, beneficiarios, ha sido emocionante tras casi un año de este distanciamiento físico. La ausencia del anhelado abrazo fuerte y los besos, propios de nuestras costumbres, sigue faltando, pues hay que mantener las medidas de protección ante cualquier contagio; pero la alegría, la esperanza y el brillo en las miradas, a pesar de las lágrimas, está presente.
Para los que trabajamos en Cáritas, los acompañamientos constituyen la manera más cercana de observar la realidad, nos involucra personalmente como una gran familia por la cercanía a los más vulnerables quienes nos reciben con sonrisas y amor al sentirse recordados, queridos y comprender que hay quienes se preocupan por ellos. Una visita de acompañamiento, específicamente en el Programa que atiende a los mayores, permite analizar los distintos modos de afrontamiento de la vejez y palpar que cada vejez es diferente. Obliga a pisar lento, para dejar huellas que sanen y reconforten, pidiendo como visitadores la gracia de Dios para saber escuchar. A su vez, estar en comunión con los beneficiarios permite que, si ellos reciben algo, nosotros recibimos mucho más.
Las personas mayores necesitan asistencia material pero también la espiritual y la emocional, donde la vocación de servicio no es solo para profesionales, sino que es una respuesta al llamado de amar al prójimo.
En este tiempo, algunos responsables de Cáritas y familiares han partido a la casa del Padre, por lo que la tristeza acompaña nuestras visitas. Entre los equipos de trabajo hay diversas opiniones, unos están ansiosos de recomenzar los servicios a favor del prójimo, otros están desanimados y algunos lo ven imposible ante la situación actual. Pesan los años y la falta cooperación y relevo. Cuenta mucho el apoyo que reciben tanto de la comunidad como de algunos sacerdotes o religiosas; al conversar con aquellos que han podido seguir brindando ayuda, queda demostrado que es un factor de mucha importancia.
Ir actualizando los registros con los nombres de los beneficiarios es otro reto. Van faltando dos, tres, cuatro y hasta seis en algunos de los servicios de comedor, donde se reúnen a los más vulnerables. Todavía hay miedo, a pesar de mantener las medidas de protección, muchos temen salir de nuevo a las calles; otros han perdido fuerza muscular en sus piernas y reconocen que ya hay labores que no podrán seguir desempeñando tras este tiempo de encierro.
Llama la atención y dificulta el acceso las pésimas condiciones de las calles y aceras, por los huecos, salideros, barreras arquitectónicas que ya existían pero ahora están en franco deterioro, situación que se aprecia en la mayoría de las viviendas visitadas.
Sin embargo, lo más importante está en el calor humano, la alegría de ser visitados en sus hogares, el compartir modestas ayudas, el tener nuevos materiales formativos, el ser presencia como Iglesia viva.
También vemos sonrisas llenas de esperanza, tras escuchar testimonios ante los riesgos afrontados, los agradecimientos al Dios de la vida, a la oración que ha fortalecido a cada uno, a la caridad en el poder ayudar al prójimo en lo mucho o en lo poco en momentos críticos, a las lecciones aprendidas, los momentos de incertidumbre por decisiones difíciles, el afrontar las pérdidas de familiares y vecinos y el cómo recomenzar tras vencer la enfermedad.
En este andar que llevamos es necesaria la gracia de Dios de tener corazones dispuestos y manos que se extiendan. Es necesario contar con redes de apoyo que te escuchen y aconsejen al regresar a casa, cuando te vence la impotencia de no haber podido solucionar algunas necesidades.
Nos abruman, entre otras cosas, la escasez de los medicamentos, la necesidad de material de higiene, de alimentos, el mal estado de los medios de apoyo, la falta de bolsas colectoras, de la iluminación mínima, la falta de personas que apoyen a estos equipos Cáritas tan bien formados, tan ávidos de compartir sus experiencias y de tener con quien seguir adelante. Agradecemos a todos ellos por ser tan cercanos, por involucrarse y escoger la opción preferencial por los más pobres, también signos de que en la vejez darán frutos.
Hoy nos toca animarnos, levantarnos y curarnos de temores y angustias para seguir esta obra. Para seguir al encuentro que se realiza desde el corazón, siendo una caricia ante aquellos que están en el camino, no por doctrina ni por indicación, sino por el amor a Dios y a esta Iglesia.
Sheylah Gallardo Milián
Matanzas, 2 de noviembre de 2021