“Mujeres”
Publicación semanal de las mujeres cubanas
Semana del 13 al 20 de julio del 2006
Fiel a casi todos los pronósticos, la población cubana no llegará a los 12 millones de habitantes este año, ni el que viene. Parece ser que el término absoluto, del cual rehuyen especialitas y comunicadores, es inevitable en este caso: nunca superaremos esa cifra.
Los motivos habrá que buscarlos en los comportamientos sociales, los patrones demográficos y una dinámica que, por cotidiana, se ha legitimado: familias cada vez más reducidas y mujeres que no se deciden a tener más de dos hijos, cuando no uno solo.
Las raíces de esta situación se remontan a la historia pasada y reciente. En 1953, por ejemplo, las cubanas tenían como promedio 3,5 hijos durante toda su vida fértil, un valor que ya era inferior al del contexto continental. Diez años más tarde la isla vivió lo que se dio en llamar el “boom demográfico” de los sesenta, cuando el número de nacimientos llegó a promediar 4,7 hijos por mujer.
Sin embargo, muy pronto la fecundidad retomó su camino habitual y empezó a descender. Con una transición demográfica temprana –y considerada concluida para algunos expertos— Cuba mantiene muy bajos niveles de fecundidad hace años. Desde 1978, la tasa de fecundidad en la isla está por debajo del nivel de reemplazo poblacional. Esto significa que por cada mujer en edad fértil no queda una hija que la sustituya en su función reproductiva.
De ahí que, progresivamente, las proyecciones se acortan y sobrevienen otras consecuencias, como el envejecimiento poblacional. Este es el principal problema demográfico en la Isla y está determinado, fundamentalmente, por el paso de altas a bajas tasas de fecundidad y mortalidad, así como al aumento de la esperanza de vida al nacer.
En estos momentos, más del 14,5 por ciento de las personas tiene 60 o más años de edad y las proyecciones apuntan a que dentro de 25 años la población no sólo envejecerá, sino que comenzará a decrecer en términos absolutos.
Entre los motivos para decidir una descendencia reducida hay tantos como parejas y familias; sin embargo, quienes estudian el tema no dejan de reconocer --junto a las determinantes económicas y sociales- el nivel de educación alcanzado por las cubanas y su acceso al mundo público.
Sin duda, el desarrollo personal, el interés profesional y de crecimiento personal de las mujeres funcionan como motivos de peso a la hora de decidir el tamaño de la prole. Por esos mismos motivos viene ocurriendo, además, otro proceso: el incremento de la edad en que se tienen los hijos.
Aunque el peso reproductivo se sigue concentrando entre los 20 y 24 años de edad, Investigaciones del Centro de Estudios Demográficos (CEDEM), de la Universidad de La Habana, refieren que entre 1990 y 2002 se evidenció un incremento de la edad promedio en que las mujeres tomaban el camino de la maternidad. En la etapa referida, por ejemplo, ese índice se incrementó en 1, 3 años.
Mientras la maternidad deja de ser un ideal en la vida de no pocas mujeres y otras retardan ese momento en función de sus intereses profesionales, las hay que esperan por mejores condiciones económicas y familiares, y hasta quienes prefieren quedarse con un solo hijo, aunque desearan más.
La Encuesta de Salud Reproductiva (ESR), elaborada por especialistas del Centro de Población y Desarrollo de la Oficina Nacional de Estadísticas (ONE), en colaboración con otras entidades, confirmó en 2001 que el ideal reproductivo todavía no se correspondía con la realidad.
Los autores del estudio, aplicado en las provincias de Cienfuegos y Holguín, aseguran que las mujeres alguna vez unidas son las que más cercanas están a su meta personal, en particular las casadas en el momento de la encuesta. Sin embargo, entre las de 45 años o más, que alguna vez se provocaron un aborto, un grupo considerable llegó a esa edad sin haber cumplido con su ideal reproductivo. En tanto, cerca del 64 por ciento de los hombres entrevistados en ambas provincias desea más hijos de los que tiene.
Fuentes especializadas estiman que la fecundidad podría registrar una tímida recuperación de mejorar las condiciones socioeconómicas, aumentar los servicios al hogar e instrumentarse una política de población que, entre otros aspectos, estimulara a las familias jóvenes a tener más de un hijo.
Pero estos, definitivamente, no parecen ser tiempos de cigüeñas. Frente al envejecimiento y la reducción progresiva de la población, ni siquiera un ligero incremento de los nacimientos podría resolver el problema, apuntan los demógrafos. Aunque ayudaría a compensar la fuerte diferencia que, según los pronósticos, existirá dentro de unas décadas entre la población envejecida y la joven.