Elisa Dulcey-Ruiz. Universidad Javeriana y Centro de Psicología Gerontológica. Bogotá, Colombia
Ponencia presentada en el Foro sobre "Cuidado y género" en La Valleta - Malta. Publicada por NU en 1999 con el nombre "Care-giving and older persons; Gender dimension"
Comenzando por consideraciones iniciales acerca de su alcance y sus limitaciones esta ponencia especifica primero los términos clave (cuidado, vejez y perspectiva de género) en relación con el problema básico tratado. Después de presentar algunos datos generales acerca de América Latina y de Colombia, en particular, a manera de marco contextual, concluye con la presentación de algunas sugerencias basadas en estudios psicológicos y sociales, relacionados principalmente con el cuidado y la dimensión de género así como con las necesidades de cuidado, afrontamiento de la situación y apoyo.
Palabras clave: cuidado, vejez, perspectiva de género
Mi abuela me dijo: ¨ Hay un hombre de 95 años que quiere casarse conmigo. El quiere una mujer que lo cuide. Los hombres ganan mucho con el matrimonio. Yo tengo 85 años y también necesito una esposa¨.
Abigail Heyman
1.- ALCANCE Y LIMITACIONES
Al tratar el tema del Cuidado de las Personas Mayores en América Latina desde una perspectiva de género debe tomarse en consideración la enorme diversidad de circunstancias y características de este extenso territorio y su contexto, teniendo en cuenta la heterogeneidad de su historia y su cultura, sin ignorar, desde luego, algunos aspectos comunes.
El hecho de que he tenido la oportunidad de compartir intereses comunes y desarrollar proyectos conjuntos con otros profesionales de América Latina con propósitos relacionados con el tema del envejecimiento no implica necesariamente un conocimiento detallado de la realidad de la región.
Aparte de esto, a pesar de la intención de objetividad que prevalece, no es posible librarse de sesgos debidos al hecho de ser una mujer latinoamericana, específicamente una mujer colombiana y profesional en el campo de la psicología, interesada particularmente en el análisis del envejecimiento y la vejez dentro de la perspectiva del ciclo vital y de sostener una visión que enfatiza la construcción social de estos temas como algo fundamental.
Así, hay, sin duda, en los conceptos e ideas aquí presentados, inevitables limitaciones tales como las que he señalado anteriormente y, por lo tanto, no debe descartarse la necesidad de compararlos y completarlos con otras fuentes de referencia.
2.- ACERCA DE LA TERMINOLOGIA Y EL PROBLEMA
Considerando la opinión de quienes afirman que el significado de las palabras está fundamentalmente en las personas, es importante establecer de antemano con claridad el uso que preferentemente se dará a algunos de los términos en el contexto de esta ponencia. Primero haré alusión a los conceptos de cuidado en el sentido de cuidar o dar cuidados y después consideraré los términos de vejez y personas viejas antes de concluir con una referencia a la perspectiva o dimensión de genero.
Cuidar/ dar cuidado
Desde el punto de vista de la profesión de enfermería, que es la profesión de dar cuidados por excelencia, la enfermera y gerontóloga colombiana Beatriz Sánchez (1997) dice: ¨El cuidado implica una relación típicamente interpersonal humana cuyo impacto esperado es un cambio positivo. En este sentido, cuidar es - o al menos, se espera que sea- un acto terapéutico basado en un compromiso afectivo que, además, debe ser recíproco¨. De ahí que aunque el cuidado pueda considerarse como un servicio y pueda implicar atención, velar por alguien, tiene connotaciones muy específicas, como la mencionada antes, en el sentido de ser una relación entre personas que ofrece la oportunidad de un crecimiento mutuo.
Vejez / Persona vieja
El concepto de vejez como resultado del proceso de envejecimiento se refiere a la persona mayor, más concretamente, a las personas que tienen 60 años o más (Naciones Unidas: A.50/114). Sin embargo, si se toman en cuenta otros parámetros, por ejemplo la edad del retiro, encontramos diferencias entre los distintos países. Aun así, puede afirmarse que, en general, la edad de retiro con derecho a recibir una pensión en la mayoría de los países latinoamericanos es de alrededor de los 55 años para las mujeres y los 60 para los hombres. Hay, desde luego una tendencia general de aumentar la edad a la que una persona tiene derecho de recibir una pensión por retiro, de acuerdo con al aumento en el promedio de expectativa de vida y otras circunstancias, principalmente de tipo económico.
Perspectiva de Género
Conscientes de que la reciente Agenda de las Naciones Unidas (1997) recomienda la incorporación de una perspectiva de género en todas sus actividades, de acuerdo con el Plan de Acción de Pekín (IV Conferencia Mundial sobre la Mujer, 1995), lo cual requiere de ¨una evaluación periódica y dedicación al nivel más alto¨ (Resolución 41/6), debemos considerar aquí su significado. Tal perspectiva se refiere al modo de pensar, valorar, supervisar y evaluar las políticas y programas, teniendo en cuenta su contribución, sus efectos y repercusiones diferenciales, según el género de las personas (hombre/mujer).
Abogando por una nueva mirada al formular propuestas acerca de las mujeres, como contraparte al debate sobre la mujer en el del modelo de desarrollo (derivado de la Década de la Mujer lanzada por las Naciones Unidas, De los Ríos (1994) toma una posición sobre el enfoque de género con respecto al desarrollo humano y establece que ¨implica la necesidad de tomar en cuenta las diferencias biológicas y la forma cómo éstas pueden condicionar una simetría cultural en la satisfacción de las necesidades humanas fundamentales¨. Esta concepción permitiría ¨una conciliación entre el crecimiento económico y la solidaridad social así como el crecimiento personal como sujetos del desarrollo y como seres sexuados deferenciados¨ (p.14).
La dimensión de género implica, pues, actitudes en el sentido de formas de pensar, sentir y actuar con respecto al hecho de ser una mujer o un hombre, superando las conceptualizaciones tradicionales centradas principalmente en los papeles biológicos y entendiendo el género como una construcción sociocultural e histórica que, aunque se basa en los aspectos biológicos, los trasciende.
Por lo tanto, la perspectiva de género constituye, como lo señala Fraser (1989), una ruptura desde un punto de vista epistemológico, una de las más importantes en los últimos 20 años en las ciencias sociales (desde que éstas fueron incorporadas al ámbito de las ciencias en 1965).
Una pregunta fundamental
Puesto que las precisiones terminológicas anteriores se consideran básicas, se asume que la pregunta fundamental sobre el tema de la reunión es la siguiente:
¿Cómo lograr el cuidado necesario para las generaciones más viejas de hoy y del futuro, tomando en cuenta las condiciones cada vez más equitativas entre mujeres y hombres en términos de responsabilidades compartidas -en todo sentido- y también entre diferentes miembros de la familia y la comunidad y entre la Sociedad y el Estado?
El presente trabajo continúa con la invitación a hacer nuevas reflexiones.
3. DATOS SOBRE AMERICA LATINA
A pesar de su aparente homogeneidad, la América Latina es una región heterogénea. Comprende 24 países donde predominan los idiomas Español (castellano), Portugués y Francés además de unos 400 grupos etnolingüísticos distintos, y, desde luego, sus diferentes historias han sido marcadas por contradicciones derivadas de los procesos de conquista y colonización por parte de los europeos.
América Latina ha encontrado expresión a través de su literatura y su religiosidad, sin que haya indicadores globales en la región de la existencia de una cultura latinoamericana como tal -a pesar de esos aspectos como nuestra música, el populismo de nuestros políticos, la teología de la liberación, la educación liberadora de Paulo Freire, así como los estándares comunes con respecto a la familia con el énfasis en la interdependencia entre sus miembros, los estereotipos de los papeles masculino y femenino, con la marcada connotación machista que parece ser tan latinoamericana.
Algunos Datos Demográficos acerca de América Latina
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Naturalmente, hay marcados contrastes entre los diferentes países de la región con respecto a los datos mencionados. Por ejemplo, Uruguay puede ser considerado desde el punto de vista demográfico el más viejo de la región (12% de la población > 65 años) mientras que Guatemala, Honduras y Nicaragua serían los más jóvenes (3% > 65 años) seguidos por Haití (4%) .La mayor expectativa de vida ha sido alcanzada en Cuba (77años) y la menor se encuentra en Haití (50años) seguido por Bolivia (60años).
La mayoría de las personas ancianas latinoamericanas viven con sus familiares, algunas veces por un período de transición, considerando la diversidad de modalidades de composición familiar que prevalecen actualmente. Algunas de estas personas viven solas y una minoría en instituciones. Muchos de los integrantes del grupo más viejo son cuidados por empleadas domésticas, lo cual es una característica común a la región, principalmente entre las personas que pertenecen a las clases media y alta. Estas mujeres generalmente no están cubiertas por los sistemas de seguridad social y cuando ellas llegan a la vejez el cuidado debe serles proporcionado por instituciones de caridad.
Un estudio realizado por Pereira (1992) en Brasil, el país más poblado de América Latina, encontró que la mayoría de los ancianos (90%) en ese país vive por lo menos con otra persona y estableció que muchos de ellos viven en hogares multigeneracionales (que comprenden dos o tres generaciones), anotando que tal situación ocurre principalmente entre las familias de ingresos bajos y se debe más a razones socioeconómicas que a motivos afectivos.
Algo importante que debe anotarse es el papel que juegan las abuelas latinoamericanas como cuidadoras de sus nietos, tarea que se realiza junto con el trabajo doméstico.
Dejando a un lado el hecho de que hay mayor probabilidad de enfermarse y morir cuando las personas se van haciendo más viejas, el grado de vulnerabilidad en la vejez se relaciona con las condiciones personales y los estilos de vida. Tomando en cuenta la situación presente en la región, además del hecho de que un gran número de ancianos vivos actualmente nacieron en contextos rurales y tuvieron poco acceso a la educación y la seguridad social -particularmente en el caso de las mujeres- podemos tener una idea del grado de vulnerabilidad de la vejez en América Latina.
América Latina es una región de paradojas (CEPAL, 1997; Dulcey-Ruiz, 1997; UNICEF, 1989). Por ejemplo:
- Con respecto al Indice de Desarrollo Humano - IDH, en los aspectos básicos de salud y longevidad, educación e ingresos, los países de América Latina y el Caribe han logrado avances significativos. Sin embargo, en la práctica, las tasas de morbilidad y mortalidad debidas a condiciones inadecuadas y estilos de vida (homicidios, accidentes, enfermedades cardiovasculares) son altos, la calidad de la educación es pobre y el sector informal del trabajo urbano está creciendo, incorporando a más personas, predominantemente, mujeres.
- Específicamente, en el caso de las mujeres, el aumento en la tasa de escolaridad y la entrada al mundo del trabajo fuera del hogar, está acompañada por muchas desventajas. Debe darse crédito a las mujeres por el llamado ¨ajuste invisible¨ de la economía regional que ha sido posible gracias a su trabajo de doble jornada. Como paradoja, esta doble jornada hizo posible el reconocimiento del no tan visible trabajo femenino y sacar a las mujeres de su aislamiento, favoreciendo su vinculación con la comunidad.
- A pesar del reciente mejoramiento de los indicadores económicos como el ingreso per capita y el Producto Nacional Bruto, las necesidades básicas de cerca del 46% de la población de América Latina no están siendo satisfechas y 22% vive bajo condiciones de extrema pobreza (con un ingreso diario equivalente a dos dólares o aun menos). La pobreza no sólo tiende a convertirse en una característica femenina sino también a predominar en las ciudades. Además, en relación con la distribución del ingreso, América Latina y el Caribe constituyen la región más inequitativa del mundo en términos económicos (Indice Gini cercano a 0.55).
- Otra paradoja se hace evidente cuando se contrasta la democracia en términos de la elección de los representantes del pueblo y en términos de la participación popular. La primera, que se relaciona con indicadores de derechos políticos (la posibilidad de elegir a sus gobernantes por voto directo) predomina entre los países del área, con excepción de Cuba, mientras que la segunda, que equivale al índice de libertad (acceso igualitario a la educación, el trabajo, la salud y, en general, condiciones de vida dignas) es precaria.
Una mirada desde Colombia
Con una población de 37 millones de habitantes, una expectativa de vida de 70 años (mujeres, 72 y hombres, 67) y casi 7% de la población de 60 años o más, se espera que Colombia llegue envejecer desde el punto de vista demográfico a comienzos del siglo XXI. La edad promedio de la población colombiana es ahora de 23.6 años y en el año 2050 será de 33 (Rincón, 1994). Las principales ciudades (Bogotá, la capital, Medellín, Cali y Barranquilla), donde vive casi la tercera parte de la población, son viejas demográficamente (aproximadamente 10>60 años) debido, entre otras razones, a las altas tasas de migración, acelerada por la violencia generalizada que caracteriza al país. Efectivamente, durante la presente década, cerca de un millón de personas se han visto forzadas a abandonar sus lugares de nacimiento (5% corresponde a ancianos y un porcentaje mayor a mujeres y niños). Con respecto a la seguridad social, hasta comienzos de la presente década, ésta sólo cubría el 20 % de la población. En 1997 se ha logrado un mayor cubrimiento en el campo de la salud pero no en relación con la pensión por retiro. De manera coherente con la paradójica realidad latinoamericana, Colombia tiene un IDH alto (0.840), pero éste se ve reducido cuando se le considera desde una perspectiva de género.
Desde la década pasada, Colombia ha emprendido planes de acción relacionados con el envejecimiento y la perspectiva de género. Tanto los esfuerzos del gobierno como los de las organizaciones no gubernamentales han contribuido a lograrlo, pero han sido más evidentes los de la onGs. En 1995, el gobierno creó la dirección Nacional para la Igualdad de la Mujer, instalada en la Presidencia de la República. Esta tiene como finalidad promover por todos los medios una cultura de igualdad entre los géneros. De igual manera, existen políticas relacionadas con el envejecimiento y la vejez y está creciendo una conciencia del papel de la educación en el establecimiento de una cultura orientada a mejorar la calidad de vida durante el ciclo vital.
4.- EN BUSQUEDA DE RESPUESTAS DENTRO DE LOS CAMPOS PSICOLOGICO Y SOCIAL
Tomando en cuenta los objetivos propuestos para la reunión, se establecen aquí algunos lineamientos generales con el fin de ilustrar, desde el campo psicológico y social, algunas respuestas a la pregunta fundamental planteada anteriormente. Se resaltan dos aspectos primordiales: el cuidado considerado desde la perspectiva de género y la identificación de las necesidades y posibilidades de apoyo a los cuidadores.
a. El cuidado desde la perspectiva de género
Algunos estudios (Miller y Kaufman, 1996) se refieren a las diferencias entre cuidadores masculinos y femeninos en términos de las tareas del cuidado del hogar y de los niños, la fuerza física y el trabajo emocional. Miller y Kaufman afirman que los varones consideran el cuidado menos en términos de trabajo emocional y las esposas lo hacen menos en términos de fuerza física. Ellos señalan, además, deferencias relacionadas con el grupo étnico.
Es muy importante el papel que juegan las expectativas tanto en el cuidador como en quien recibe el cuidado. Diferentes explicaciones, con una limitada participación de hombres como cuidadores de la familia, asumen que la socialización con respecto a los estereotipos de género dominantes es una barrera universal entre los hombres. Aun más, se considera fundamental tomar en cuenta las expectativas del receptor del cuidado. Algunos de ellos se rehusan a aceptar ser cuidados por otras personas, dependiendo de su género, su edad, su papel y otras características y circunstancias. Ha llegado a ser evidente la diferencia en términos de cuidado cuando éste es proporcionado por una mujer que cuida a otra mujer o a un hombre en comparación con el cuidado que da un hombre a otro hombre o a una mujer.
El Capítulo IV, específicamente el literal C del Programa de Acción de la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo (El Cairo, 1994) se refiere a las responsabilidades públicas y domésticas que comparte ambos géneros; sugiere dos tipos principales de acciones: el cambio de actitudes y comportamiento en los hombres y mujeres y la atención al mejoramiento de la comunicación entre ambos géneros. El documento final de la Conferencia de Pekín (1995) presenta la siguiente sugerencia: ¨hacer recomendaciones y preparar plantes curriculares escolares, textos y otros materiales didácticos libres de estereotipos de género, para todos los niveles del sistema escolar, incluyendo la educación de los maestros...¨. (Capítulo IV, literal B).
En relación con lo anterior, Arbeláez, Gutiérrez y Robledo (1981) analizaron el efecto de la literatura infantil (con y sin la perspectiva de género) en niños y niñas colombianos entre los ocho y los diez años de edad y encontraron que la concepción que éstos presentan sobre el papel de la mujer era más estereotipada tanto entre los niños como entre las niñas y que en el grupo expuesto a la literatura convencional (que no incluía la perspectiva de género) la tendencia resultante fue aumentar los comportamientos estereotipados en ambos sexos.
Duque, Salazar y Dulcey-Ruiz (1997) analizaron las representaciones sociales de los roles de género en la vejez, entre mujeres y hombres colombianos pertenecientes a tres generaciones. Ellos encontraron que las mujeres como abuelas son representadas como cuidadoras, como personas que ofrecen apoyo emocional, consejos y ayuda; como madres, desempeñando un papel de apoyo pero sintiendo la soledad, y como amigas, compartiendo su tiempo y ayudándose mutuamente. Los ancianos, considerados como abuelos se representan como depositantes de conocimiento y de sabiduría, desempeñando el papel de educadores, pero al mismo tiempo se perciben como socialmente aislados y sin otra ocupación o actividad; como padres, son representados como compañeros de sus hijos, ayudándoles en las tareas hogareñas y con poca o ninguna interacción social. Como esposos los viejos resguardan la unión familiar, se dedican a su cónyuge y se ven como personas con experiencia, sabias y activas. El papel de los ancianos como amigos se percibe como inexistente.
Sandra Bem (1987), psicóloga social estadounidense acuñó el término androginia para referirse a la posibilidad de distribuir actividades y roles sociales entre mujeres y hombres. Con respecto a esa posibilidad, Hirsh (1996) examinó la relación entre la identidad de género y otras características cognoscitivas y afectivas que influían en los papeles de cuidado familiar entre hombres adultos que eran los principales cuidadores de parientes ancianos. La disonancia cognoscitiva en los supuestos sobre el papel del cuidador se resolvía mediante la aceptación de los estereotipos en el contexto, de las presiones situacionales y sociopsicológicas Aun los hombres que han internalizado un alto grado de auto-identidad de conformidad con el estereotipo de género pueden asumir papeles de cuidadores con gran responsabilidad y compromiso en el cuidado físico.
En Sudáfrica, Spengenberg y Lategan (1993) analizaron las relaciones entre las formas de enfrentar situaciones estresantes, la androginia y el estilo de atribución entre estudiantes universitarios y encontraron que las mujeres con actitudes andróginas desplegaban habilidades de afrontamiento significativamente mejores. Las mujeres y los hombres andróginos mostraban significativamente más flexibilidad en sus estilos de afrontamiento y un estilo atributivo global ante los acontecimientos positivos se relacionaba positivamente con las buenas habilidades de afrontamiento.
Las experiencias como las mencionadas sugieren la importancia de la socialización temprana con una perspectiva de género así como una posibilidad de lograr superar la resistencia al cambio en relación con actitudes y roles de género progresivamente mediante una estrategia de aproximaciones sucesivas y participación.
b. Identificación de necesidades y posibilidades de apoyo para los cuidadores
La identificación de necesidades y el ofrecimiento de apoyo a los cuidadores implica, entonces, por encima de todo, la consideración de diversas variables involucradas en la tarea de cuidar a otros: género, edad, nivel educativo y habilidades sociales, actitudes, estereotipos, prejuicios y expectativas, tanto por parte del cuidador como del receptor del cuidado. El estado funcional y el tipo de alteración de quien recibe el cuidado también cumplen un papel importante. No es lo mismo cuidar a una persona con demencia que a una persona que tienen incapacidades físicas. Un pariente y cuidador de una persona con la enfermedad de Alzheimer dijo: ¨ella está frente a mí pero no está conmigo¨.
La pesada carga de trabajo de los cuidadores, es, desde luego, diferencial, dependiendo de múltiples características y situaciones como las mencionadas anteriormente. Las formas de enfrentar el estrés y las consecuencias derivadas de las tareas de proporcionar el cuidado también son diferenciales. Estas traen por consecuencia ansiedad, depresión, culpa y una disminución de los sentimientos de satisfacción con la vida.
Lo anterior es de particular importancia en cuanto a las mujeres cuidadoras, tomando en cuenta que el cuidado se considera mundialmente como una tarea femenina y que las mujeres cuidadoras son generalmente de mediana edad o mayores, lo cual, en general, las hace más vulnerables y tienen menos posibilidades de ser cuidadas, a su vez, por otros.
Fredriksen (1996) estudió las diferencias de género en el empleo y el cuidado informal de los adultos y halló que las mujeres cuidadoras informaron mayores niveles de agotamiento debido al cuidado y a su papel y de interferencia en el trabajo en comparación con los hombres cuidadores.
Deben considerarse las características personales de los cuidadores como el hecho de que son más sensibles al estrés y que hay diferencia entre los que tienden a sobreproteger y generar dependencia y los que son capaces de facilitar las condiciones para la autonomía y el crecimiento personal. Sin embargo, es menos probable que lo último sea el caso en América Latina, donde el nivel educativo de la mayoría de los cuidadores es más bien bajo.
También es importante el papel de los involucrados en la relación dar cuidado-recibir cuidado. Por ejemplo, hay diferencias si el cuidador es el cónyuge, el hijo o alguien empleado para cuidarle. Además, otras variables que deben tomarse en cuenta son las formas de enfrentar el estrés y la carga que representa del dar cuidado.
Refiriéndose a los estilos de afrontamiento de situaciones estresantes, De Vries y Hamilton (1997) identificaron patrones diferenciales de afrontamiento utilizados por cuidadores masculinos y femeninos de ancianos frágiles en términos de estilos activos y pasivos; los primeros se relacionaban con la percepción de una carga más ligera y se caracterizaban por ser más efectivos en el cuidado que los pasivos. Entre las estrategias activas se han hallado las siguientes: solución de problemas, reencuadramiento, búsqueda de información, búsqueda de apoyo espiritual, altos niveles de interacción familiar y control emocional. En el estudio se hace referencia a estrategias pasivas y de evitación como las asociadas, en general, con niveles altos de aflicción. Las mujeres cuidadoras utilizaban una mayor variedad de estrategias de afrontamiento, pero menos útiles. Por el contrario, los hombres utilizaban menos pero eran estrategias más efectivas.
Además, es posible diferenciar entre las estrategias comportamentales como hablar con una amigo, ocuparse de otras cosas, distanciarse de la situación por un momento y las estrategias cognoscitivas como rezar para obtener orientación y fuerzas, repasar mentalmente la situación, decirse a sí mismo que debe sentirse mejor, prometerse a sí mismo que la próxima vez será mejor.
Pueden facilitarse de manera diferencial las posibilidades de proporcionar apoyo al cuidador no sólo tomando en cuenta el aprendizaje de estilos de afrontamiento apropiados sino también mediante la identificación de otros requerimientos específicos: el cuidado de la salud, el cuidado del alojamiento o el ambiente inmediato, el cuidado personal relacionado con necesidades básicas de sostenimiento, el interés por otros aspectos relacionados con los derechos de toda persona con respecto a la existencia física, por una parte, y por otra con respecto a necesidades culturales, afectivas, socioeconómicas y de auto-determinación.
Dependiendo de la situación y tomando en cuenta las múltiples dimensiones implicadas en el cuidado, cabría la posibilidad de compartir las funciones de cuidado entre algunos miembros de la familia, amigos íntimos o cuidadores externos, sin dejar de lado las acciones que generarían cambios a nivel estatal. En tal sentido, el apoyo de la familia, la comunidad, las organizaciones no gubernamentales y privadas así como el Estado (por ejemplo, en forma de servicios domiciliarios y ayuda específica para algunas tareas que no puede realizar el receptor del cuidado) deberían constituirse en sistemas de cooperación que ganarían un espacio, especialmente en las áreas y los países más pobres.
Otra alternativa es la posibilidad de establecer acuerdos entre los miembros de la familia para turnarse en el cuidado de modo que los cuidadores puedan tener descanso, dedicar tiempo a otras actividades y así, poder proporcionar un cuidado de mejor calidad.
De otro lado, es necesario tomar en cuenta la diferencia existente entre cuidar a una persona con alteraciones agudas y alteraciones crónicas. Como los han establecido Peláez y David (1992): En el cuidado a largo plazo el tratamiento es indefinido; es amplio el rango de metas posibles (independencia, comodidad, calidad de vida y una máxima extensión de la vida) y hay poco acuerdo acerca de la priorización de esas metas; el impacto en los cuidadores y en el contexto familiar también debe tenerse en cuenta; y la escasez de recursos limita frecuentemente a los individuos de manera significativa.
Estos autores también han analizado las posibilidades de aumentar la autonomía de los receptores del cuidado a largo plazo; ellos proponen varias estrategias con el fin de lograr la autonomía, considerando una variedad de contextos y circunstancias. Estas estrategias toman en cuenta tanto los puntos de vista del cuidador como del receptor y por ello constituyen una contribución importante a la búsqueda de alternativas para satisfacer las necesidades y proporcionar un apoyo efectivo a los cuidadores y a los receptores del cuidado.
De igual manera, se están poniendo en práctica otras iniciativas como talleres dirigidos a los cuidadores en los cuales se les capacita, por medio de técnicas de simulación, análisis de casos y análisis de incidentes críticos, para la identificación de una situación ideal del cuidado así como del significado de sentirse competente o incapaz de proporcionar cuidado, además del establecimiento de bases de datos sobre los recursos disponibles para el cuidado en los diferentes campos, incluyendo los mecanismos de acceso a tales recursos.
c. Alternativas al cuidado institucional tradicional
Como se ha establecido anteriormente, la doble carga de trabajo de las mujeres tuvo, paradójicamente, y en particular en América Latina, unos efectos positivos: trajo como consecuencia el poner de relieve el generalmente invisible trabajo doméstico de las mujeres, mientras que les permitió encontrar apoyo por parte de otras mujeres de la comunidad. Entonces, emerge la comunidad como una fuente de apoyo y de iniciativas para generar el cuidado de los ancianos.
Cada vez más, las comunidades se convierten en alternativa válida para el encuentro y la participación, donde se pueden emprender muchas acciones, comenzando por las acciones educativas dirigidas a transformar las actitudes, incluyendo actitudes hacia al cuidado a largo plazo. Podríamos considerar también la organización del apoyo y de sistemas de provisión de servicios especiales como una posibilidad a nivel comunitario. De igual manera, y tomando en cuenta la importancia que tiene, por ejemplo, la religión cristiana para los latinoamericanos, las parroquias constituyen puntos de encuentro donde se organizan grupos solidarios. De hecho, en el contexto latinoamericano existen muchos de estos grupos que proporcionan apoyo mutuo y permiten el intercambio social entre generaciones (Del Hierro, 1997).
En una encuesta sobre posibles alternativas de cuidado para ellos mismos al llegar a la vez, realizada entre estudiantes universitarios, profesionales de diferentes campos interesados en el envejecimiento y gente común y corriente, en general, la autora de esta ponencia obtuvo respuestas como las siguientes:
Algunos estudiantes del grupo de universitarios (n = 22) dijeron: ¨yo no sabría qué hacer¨ ¨algún pariente (mis hijos o mi esposa)¨, y, ¨eventualmente, una enfermera¨, ¨tendría que ahorrar dinero para poder pagar a quien me cuidara¨, ¨alguien que sea paciente¨, ¨alguien que me amara y no me sobreprotegiera¨.
El grupo de profesionales (n = 11) se refirió al sistema de seguridad social, el establecimiento de un sistema de seguros para el cuidado, sus hijos, una institución, centros residenciales específicos y comunidades experimentales con un mínimo de normas que permitieran guardar su independencia y mantener medidas de seguridad que los resguardaran de riesgos eventuales y en cuya creación ellos estarían dispuestos a participar, y a decidir previamente, desde jóvenes, no sólo en términos de la prevención de posibles incapacidades sino hacer previsión por adelantado en caso de que sucediera algo, de modo que otros no tengan que decidir por mí.
El tercer grupo, compuesto sólo por 6 personas adultas de mediana edad (35-55) hicieron énfasis en la necesidad de ahorrar dinero mientras que pensaban en alguien de la familia (una hija) o en una institución como posibles cuidadores.
Aunque éste fue sólo un pequeño intento de recoger información con miras a este encuentro, es interesante, entre la variedad de respuestas encontradas, el énfasis que hicieron los profesionales en la seguridad social y los otros adultos en los ahorros, en comparación con las respuestas menos prospectivas que dieron los estudiantes.
Es imposible no considerar, en esta era de la tecnología, el apoyo tecnológico existente en términos de ambientes facilitadores, así como las prótesis físicas y psicológicas encaminadas a favorecer las actividades diarias y compartir experiencias. Sobre este asunto en particular también hay pronunciamientos en el documento de Pekín (1995) referentes a la necesidad de mejorar el desarrollo de tecnologías que faciliten el trabajo profesional y el trabajo doméstico así como las posibilidades de auto-suficiencia.
d. Disminución de la necesidad de cuidado a través de medidas preventivas
A aquellas personas a quienes se les preguntó sobre posibles alternativas al cuidado para sí mismas cuando sean viejas también se les consultó sobre alternativas de prevención. Los tres grupos, en general, indicaron la importancia de cuidar de su salud durante toda la vida, mantenerse activos y afiliarse a un sistema de seguridad social. Esta última respuesta fue resaltada por el grupo de profesionales.
Desde otra mira, y comenzando por cuestionar los programas tradicionales diseñados para la preparación para el retiro, se ha propuesto un cambio de perspectiva: es necesario poner atención en el mantenimiento de la calidad de la vida durante el curso de la misma y tomar en cuenta las múltiples situaciones que implican cambios (el retiro entre éstas) (Dulcey-Ruiz y Mantilla, 1996). El Centro de Psicología Gerontológica ha estado asesorando al Ministerio de Trabajo y Seguridad Social de Colombia en el campo de la ¨preparación para el retiro¨ y ha desarrollado un Marco para las Políticas sobre el Retiro y un programa denominado Puentes para el Mañana (concepto tomado de Boyack, 1980).
La finalidad del programa recién mencionado es generar ambientes de trabajo donde las condiciones y los estilos de vida sean coherentes con actitudes positivas hacia el cambio y la previsión, el control y el manejo de la vida por la propia persona en términos de su salud, relaciones interpersonales, tiempo y actividades que comprendan el aprendizaje, el trabajo y el ocio, los recursos económicos y la apropiación de las normas legales básicas que afectan su vida diaria a corto, mediano y largo plazo.
Este trabajo se enmarca en la perspectiva del ciclo vital (Baltes, Smith y Staudinger, 1992) cuya premisa fundamental se basa en el reconocimiento del hecho de que somos individuos cambiantes en contextos siempre cambiantes. También resalta el envejecimiento y la vejez como construcciones contextualizadas individuales y sociales en las cuales las experiencias históricas, sociales e individuales significativas juegan un papel importante.
Como último punto de este trabajo, me gustaría decir que hay importantes similitudes y posibilidades de integración entre la perspectiva del ciclo vital y la dimensión de género, ya que ambas constituyen marcos de referencia apropiados para la construcción de un concepto integral y equitativo del cuidado de las personas mayores.