La participación de la sociedad civil es un tema recurrente tanto en los espacios nacionales, como internacionales, donde se tratan aspectos relacionados con la cuestión social. Se podría decir que cada documento de carácter oficial de reuniones organizadas por los gobiernos, así como, las de los organismos multilaterales o internacionales, incluye algunos puntos donde se resalta la importancia de la participación, y el compromiso de unos por apoyarla, y de los otros por servir de facilitadores.
Otro tanto sucede con las declaraciones finales de las reuniones de la sociedad civil. Pero ahí, como es lógico, se plantea en términos de recomendaciones, sugerencias, o en el mejor de los casos, llega inclusive a ser una exigencia.
Aparentemente con estas acciones se está cumpliendo con el “deber” de fomentar la democracia participativa. Sin embargo, dado que estos ejercicios no trascienden, con el paso del tiempo, y a fuerza de repetirlos como una acción puramente mecánica, terminan convirtiéndose en un lugar común, que como tal, corren el riesgo de perder contenido.
Hasta aquí se podría concluir que la participación no sirve, o que se está minimizando o subvalorando la importancia de las reuniones “participativas” y sus resultados. Pero no. Precisamente es todo lo contrario.
No solo es urgente reconocer el valor que tiene la participación informada y experta de la sociedad civil, sino que es necesario entender que es un derecho que se podría poner en el plano de lo fundamental. Y en ese orden de ideas, no puede ser restringida, ni condicionada bajo ninguna circunstancia o justificación.
Quienes integran las organizaciones sociales, normalmente acumulan un conocimiento logrado en procesos de investigación, educación y capacitación, organización y desarrollo, que va permitiendo el acercamiento a las realidades de los diversos actores sociales. Por ello su participación debe tener algún efecto positivo y servir como agente de cambio. No puede quedarse solo como letra muerta.
“Participación es tomar parte personalmente, un tomar parte activo que verdaderamente sea mío, decidido y buscado libremente por mí. Así, no es un “formar parte” inerte ni un “estar obligado” a formar parte.
Participación es ponerse en movimiento por sí mismo, no ser puesto en movimiento por otros…”
(Giovanni Sartori - ¿Qué es la democracia?)
Coordinación de Organismos Regionales de la Sociedad Civil de América Latina y el Caribe “CORV”.
Boletín N° 4 – Año 1 – Agosto 2009.
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