Anna Freixas. Universidad de Córdoba.

Hermosamente maduras ¿Barbies a los 50?, ¡no, gracias!

Miércoles, 16 de Diciembre de 2009

Canal: Envejecimiento y vejez

En el refranero popular encontramos un doble rasero que mide y determina el papel que la belleza, la búsqueda de un ideal imposible, va a desempeñar en la vida de las mujeres y de los hombres. Desde muy pequeñas se nos advierte que "para presumir, hay que sufrir", lo cual se traduce en algunas enfermedades fatídicas que tempranamente destruyen a las jóvenes. A medida que nos hacemos mayores, y nuestros cuerpos van adquiriendo las formas propias de la madurez, nos queda la posibilidad de aplicarnos diferentes torturas, a fin de conseguir que nuestros cuerpos se alejen lo menos posible del ideal de belleza escuálida e irreal que nos ofrecen los medios de comunicación y las tiendas de moda. Para ello podemos someternos a liftings, dietas, operaciones varias y gimnasias, con tal de paliar los disgustos que nos da la báscula y la talla imposible o el pavor al verano con la celulitis al aire libre; sin olvidar que siempre nos queda la alternativa de dejarnos el pellejo y el sueldo en cremas, depilaciones, peluquerías, tintes, maquillajes y rayos varios. En definitiva, hacer con nuestros cuerpos y nuestro dinero el caldo gordo a una industria cosmética y quirúrgica que engrosa su capital gracias a los complejos que se consigue desarrollar en las mujeres, al definir como feo o como enfermedad algo que es constitutivo de nuestros cuerpos sanos, convirtiéndolo en fuente de sufrimiento y de tortura; en objeto de consumo y lucha sin fin. A los hombres, por otra parte, el refranero les aleja de cualquier lucha por conseguir la belleza, puesto que la poseen esencialmente: "el hombre y el oso, cuanto más feo más hermoso". La belleza no es, en este caso, un imperativo categórico, una necesidad ineludible, sólo un capricho tolerable para quienes de ellos deciden aplicarse ungüentos y tintes, una coquetería perdonable.

Es difícil, con este panorama, aceptarse una misma, amar su cuerpo, sentirse cómoda dentro de él, a medida que éste va adquiriendo los signos de una edad deseable y saludable; un cuerpo en el que la grasa se deposita naturalmente más en unas partes que en otras, en el que las arrugas son la huella de numerosas sonrisas compartidas, conversaciones mantenidas, reflexiones llevadas a cabo a lo largo de muchos años; signos, en fin, de la madurez del ser femenino. Es necesario que definamos nuevos conceptos de belleza que nos liberen de los tirones, del cabello calcinado, las ropas estrechas e incómodas. Vivir a gusto en nuestra piel y aceptar la evolución de nuestros cuerpos a lo largo de los años, cuidarnos para estar sanas y gustarnos, gustarnos mucho. Romper el modelo enfermizo e irreal que nos hace desgraciadas, cuando deberíamos sentirnos bellas y sanas.

¿Cómo plantearnos el futuro, pues, en una sociedad empeñada en situar a las mujeres, al hacerse mayores, en los márgenes? Cualquier modificación básica deberá partir de las propias mujeres quienes, a través de una manera diferente de entender las relaciones, podemos erradicar los profundos estereotipos que constriñen y limitan nuestras vidas e ir haciendo espacio para la existencia libre y feliz de las mujeres mayores. La sociedad sostiene muchas ideas que no nos representan. Seremos nosotras, cuando realmente consigamos no dar crédito a tales creencias, quienes diseñemos nuevos espacios. Para ello deberemos tomarnos en serio, mirándonos unas a otras como modelos de un estar libre en el mundo, dándonos la palabra, escuchándonos, otorgándonos el máximo valor y credibilidad, buscando la medida en nosotras y haciendo espacio a los deseos, siempre pospuestos. Este es, sin duda, algo nuevo e incierto; sin embargo no deberemos desistir en el empeño por crear nuevos caminos para el transcurrir de nuestras vidas al hacernos mayores. Buscar nuevas imágenes con las que definir la belleza a lo largo del tiempo y llevar a cabo nuestros deseos, pueden ser algunos de los componentes de una vida saludable y divertida que acompañe a las mujeres hermosamente maduras y ¡afortunadamente sin regla y sin reglas!

Anna Freixas es ganadora del VI Premio de Divulgación Feminista Carmen de Burgos, Convocado por la Asociación de Estudios Históricos y sobre la Mujer.

Fuente: MyS Mujeres y Salud.
MyS N°3 - Febrero 1999. http://mys.matriz.net/mys03/03_1.htm