La investigación tradicional sobre los rasgos de la personalidad ha asumido que los mismos son estables durante el transcurso de la vida.
Así, si uno fue neurótico de joven, seguiría siendo nervioso y estresado toda la vida. O si uno fue desorganizado, descuidado, e indisciplinado hasta los 30 años, seguiría después siendo el perpetuo haragán.
Los cinco rasgos de la personalidad sobre los que se centra esta tradición son: la extraversión, la neurosis, la conciencia (el factor anti-vagancia), la amabilidad y la apertura a la experiencia. Sin embargo, los recientes pensamientos e investigaciones desafían esta tradición. Es interesante la posibilidad de que estos rasgos sean dinámicos, no estáticos, y que puedan cambiar, aunque lentamente, a lo largo de la vida.
Esta nueva línea de pensamiento tiene implicaciones importantes para el envejecimiento, y especialmente para las aplicaciones a la salud y la longevidad. En boletines anteriores hemos brindado reportes sobre la investigación que vinculaba los rasgos de la personalidad a la salud. Tal investigación sugería, por ejemplo, que el estado de conciencia, particularmente, se relaciona positivamente con la salud y la longevidad, mientras que la neurosis tendrá consecuencias negativas. Y si usted reporta una conciencia escasa y una neurosis elevada, puede ser que se considere a usted mismo como más o menos “condenado”. Las ideas actuales refuerzan el optimismo: ¡podemos cambiar nuestras personalidades!
En este importante estudio, unos 7.000 residentes en los EE. UU. no-institucionalizados que estaban fuera del sistema, entre 25 y 74 años de edad, fueron estudiados por más de diez años. Las puntuaciones en estos rasgos de la personalidad fueron correlacionadas con tres medidas sanitarias: la autoclasificación de la salud; la autorreportada presión arterial, y el número de días limitados en el trabajo o el hogar debido a razones de salud física.
A través de los niveles más altos de la toma de conciencia de estas tres medidas se predijeron los mejores resultados en la salud; en cambio, los niveles más altos de neurosis anticiparon los resultados más pobres.
Los niveles más altos de extraversión predijeron una mejor autoclasificación de la salud y pocas reducciones relativas a la salud laboral. Los niveles más altos de apertura mental predijeron una escasa falta al trabajo. Los niveles más altos de amabilidad (el factor “agradable”) predijeron resultados más pobres de la salud.
Además, sin embargo, el estudio también proporcionó evidencia de que el cambio a largo plazo en estos indicadores de la personalidad también estaba relacionado con la salud física. Mucha gente mejoró en los rasgos positivos de la personalidad (toma de conciencia y extraversión) y, en consecuencia, también se clasificó como poseedora de una mejor salud. Esta relación conduce a preguntas relacionadas con el cambio en sí: ¿Por qué la gente cambia en un cierto plazo? ¿Quién cambia en un cierto plazo? ¿Cómo podrían las personas aprender a disminuir su ansiedad, por ejemplo, o a volverse más sociables mientras envejecen? ¿Cómo puede la gente ser animada a ser cuidadosa de su salud física y a tender a hacer cosas menos dañinas para ellas mismas? En forma interesante, ¿cómo podrían algunas personas beneficiarse del aprendizaje de ser un poco menos “agradables”? Parecería que ser demasiado amables conlleva algunos costos así como ventajas.
Esta investigación abre muchas preguntas desafiantes e importantes.
De: Personality Trait Level and Change as Predictors of Health Outcomes: Findings from a National Study of Americans (El nivel y cambio del rasgo de la personalidad como predictores de los resultados de la salud: los hallazgos de un estudio nacional sobre los norteamericanos), por Nicholas A. Turiano, Lindsay Pitzer, Cherie Armour, Arun Karlamangia, Carol D. Tyff y Daniel K. Mroczek, The Journals of Gerontology (Diarios de la gerontología), serie B, Psychological Sciences (Ciencias psicológicas), 2012, 67B, 4-12.
BOLETIN DEL ENVEJECIMIENTO POSITIVO Nº59.
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