EL PÓRTICO DE LA GLORIA
No estoy seguro de conocer la razón que me ha llevado a asociar estas dos ideas: Personas mayores, y Pórtico de la Gloria. Es posible que en el contenido subconsciente de mi "yo" exista un motivo que no lo alcanzo a descubrir del todo, pero, aunque así sea, esta asociación de ambos conceptos me agrada, y quiero hacer alguna reflexión sobre ello. Deseo así brindar mi homenaje y saludo a las personas mayores (entre las que me encuentro), cuyo día internacional se celebra el 1 de octubre, y ofrecer mi agradecimiento y felicitación a todos los agentes de pastoral, a todos los voluntarios de cualquier clase o condición, creyentes o no, que entregan lo mejor de sí mismos colaborando con la causa de las personas mayores.
Pórtico de la Gloria es el nombre que recibe la maravillosa obra de arte que es la puerta de la Catedral de Santiago de Compostela, meta de los peregrinos jacobeos. Desde la edad media multitudes innumerables de peregrinos han recorrido miles y miles de kilómetros por las distintas rutas de Europa con el fin de poder un día atravesar en Galicia las puertas de la Catedral de Santiago, y participar de la Eucaristía (acción de gracias) celebrada en su altar. Cuando los peregrinos llegaban, y siguen llegando también hoy, al Monte del Gozo, desde cuya cumbre se observa impresionante la panorámica de conjunto con la Catedral al fondo, el gozo de estos peregrinos es indescriptible. De ahí el nombre de dicho monte: Gozo. Desde esa atalaya se ve ya próxima la meta final del peregrinaje que ha podido durar días, semanas, meses, y hasta años. Este año, Año Jubilar Jacobeo porque la fiesta de Santiago (25 de julio) ha coincidido en Domingo, se ha vuelto a repetir la escena y se seguirá repitiendo sin cesar, hasta que el año 2004 concluya por completo.
Veo mucha relación entre las personas mayores y el Pórtico de la Gloria. La vida es un peregrinaje sin tregua; desde que nacemos hasta que morimos, nuestra vida es un caminar imparable, y si no morimos antes, todos llegaremos a la vejez. Los caminos de la vida no siempre los podemos programar al detalle, y los imprevistos que en ellos suceden, altibajos los llaman algunos, no son sino nuevos alicientes para mantenernos en la misma ruta en algunas ocasiones, y también, motivo de reflexión para enmendar rutas en otras ocasiones, cada vez que sea necesario. Machado nos dice que vamos haciendo camino al andar, y es la pura verdad; jamás debemos detenernos en ese hacer camino. Lo importante es recorrerlo llenos de esperanza; la esperanza es dinámica, activa, creativa, nunca es pasiva, y no nos puede fallar. Lo importante es que al llegar a la tercera o cuarta edad, al llegar a adultos mayores, personas mayores, o como quieran llamar a esa edad de la vejez (no necesitamos eufemismos), podamos hacerlo como quien llega al Monte del Gozo y vislumbra ya el Pórtico de la Gloria: la meta final que se resuelve en la acción de gracias eucarística. Gracias a Dios por lo vivido hasta aquí y por lo que nos quede todavía, gracias a las personas que nos han acompañado en nuestro peregrinaje, gracias a todos aquellos que de una u otra manera han hecho posible esos encuentros interpersonales que han sazonado y enriquecido nuestro caminar. Gracias a la Vida, que me ha dado tanto, diría nuestra Violeta Parra.
Si la vejez es la edad de la jubilación, palabra que viene del latín "jubilum" = júbilo, gozo, ¿por qué no vivir esta edad con gozo y júbilo? Ruego a Dios que todos los hombres y mujeres que nos encontramos en esta edad, seamos creyentes o no, podamos vivir gozosamente hasta el final del último día la trayectoria de nuestra peregrinación; que podamos hacer nuestras las palabras de S. Pablo a su buen discípulo y amigo Timoteo: el momento de mi partida es inminente. He competido en la noble competición, he llegado a la meta en la carrera, he conservado la fe. Y desde ahora me aguarda la corona de la justicia que aquel Día me entregará el Señor, el justo Juez (2 Tim 4, 6 – 8).
En la vejez no hay tiempo que perder, pues queda mucho por hacer y gozar. Pero es tiempo también, como dice J. A. Pagola, "de aprender a vivir más despacio, sin prisas, encontrándonos con nosotros mismos con más hondura. Es tiempo de disfrutar de manera sosegada, de cada experiencia, de cada persona, de cada encuentro." Cuando en el último tiempo de su vida, mi madre, quien murió completamente lúcida a la edad de 103 años, quedó un poco torpe de oído, en vez de angustiarse o deprimirse, miró ese incidente en forma positiva, esperanzadora, y un día me dijo llena de serenidad y paz: "Yo creo que esta sordera mía es porque Dios quiere que estos últimos días de mi vida, los dedique más intensamente a la vida interior en el silencio, la oración y contemplación." En este tiempo nuestro tan ruidoso y presuroso, tan lleno de prisas y frenesí, es bueno saber aprovechar momentos de pausa, quietud, serenidad, tranquilidad y paz. Saber vivir la vejez puede ayudar a experimentar momentos así, y todos los que trabajan con personas mayores deben ayudar a crear los medios para que una vida así sea posible.
Termino esta reflexión con las palabras de un hermano sacerdote, consciente de la riqueza y gozo de este Pórtico de la Gloria, en el que ya nos encontramos:
Señor, acepta mi ancianidad,
pero no permitas que me convierta en un anciano de mí mismo.
No quiero darme por vencido, y recordar con nostalgia el tiempo pasado.
Contigo, Señor, he tomado el decidido camino hacia delante
y no quiero mirar hacia atrás.
Hazme caminar aunque sea a paso lento, y no me dejes instalado.
No quiero que entre en mi corazón la desconfianza,
ni el miedo a la muerte.
Quiero creer en ti, que eres el Dios de la Vida.
(Alcibíades Morales).
José Luis Ysern de Arce
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