En el 17,9% de los hogares donde viven mayores hay por lo menos uno que presenta dificultades con las actividades de la vida diaria. También es más frecuente la insuficiencia de ingresos y pedir dinero prestado.
Natalia Muñiz
Diario Popular, 24 de junio de 2018.
Un informe del Barómetro de la Deuda Social con las Personas Mayores reveló que el 17,9% de los hogares donde viven adultas y adultos mayores hay, por lo menos, una persona que presenta dificultades con las actividades de la vida diaria (AVD), tales como comer, vestirse, levantarse de la cama, andar de un lado a otro de la casa, higienizarse, bañarse/ducharse, usar el teléfono, manejar dinero, hacer las compras o usar el transporte público.
Se trata de “una incidencia importante, casi en uno de cada cinco hogares de mayores -se indica-, lo que da cuenta de la extendida que está la condición de dependencia y con ello la posibilidad de que se requiera de un cuidador”.
Asimismo se advierte que la responsabilidad de las tareas de cuidado recae en el hogar, fundamentalmente en una mujer de la familia, así como una importante parte de los cuidados son realizados por personas que también son mayores.
En el estudio se destaca que “la necesidad de cuidados no sólo afecta la autonomía” de la persona mayor que los requiere sino, además, “afecta la autonomía y calidad de vida de quien cuida”.
En este marco “no se puede escapar a una mirada de género” dado que, se remarca, “al igual que ocurre con otras tareas vinculadas al trabajo no remunerado, son las mujeres las que resultan principalmente afectadas en su autonomía económica y personal”.
También se observa que en edades avanzadas y un estrato socioeconómico muy bajo aumenta las posibilidades de dependencia.
De igual forma, en los hogares con presencia de mayores con dificultades es más frecuente la insuficiencia de ingresos, dejar de pagar algún impuesto o tasa municipal, dejar de pagar algún servicio público, pedir dinero prestado.
En el informe se manifiesta que “la promoción y el impulso a los servicios de cuidado resulta un desafío fundamental para el sector público, no solo para el sector privado”.
“El desarrollo de estos servicios permitiría no sólo cuidar a las personas mayores que enfrentan dificultades para realizar sus actividades cotidianas sino también brindar mayor apoyo y favorecer una mayor autonomía para las personas cuidadoras”, se afirma.
“Incidencia importante”
En el estudio del Barómetro de la Deuda Social con las Personas Mayores, fruto de un convenio entre la UCA, la Fundación Navarro Viola y el Banco Supervielle, se detalla:
Incidencia de dificultades en las AVD en los hogares con personas mayores:
17,9%, con dificultades en las AVD
82,1%, sin dificultades en las AVD
Presencia de dificultades según tipo de hogar:
Hogares unipersonales -persona mayor que vive sola-: 15,8%
Hogares multipersonales puros -conviven solo adultos mayores-: 16,6%
Hogares multipersonales mixtos -intergeneracionales, sub 60-: 19%
Se destaca que en cuanto a la dependencia, “su incidencia aumenta en los hogares donde conviven mayores y sub 60, lo cual sugiere la necesidad de cuidadores y por eso el mayor peso de este tipo de arreglo residencial”.
Sin embargo, “no hay diferencias significativas” entre los dos tipos de hogares donde solo viven personas mayores: quienes viven solos y quieren viven acompañados de otra persona mayor (por ejemplo, una pareja).
Presencia de dificultades según estrato socioeconómico:
Muy bajo: 22,1%.
Bajo: 18,3%
Medio bajo: 17,8%
Medio alto: 13,9%
Al respecto se advierte que “no hay vejez, hay vejeces” y varía según las condiciones económicas de los hogares. A medida que bajan los recursos económicos se observa que “aumenta la proporción de los hogares con presencia de mayores con dificultades con las AVD”.
“Entre los extremos de la estratificación social las diferencias son significativas: la incidencia de la dependencia es del 22,1% en los hogares del estrato muy bajo y de 13,9% en el medio alto”, se destaca.
Presencia de dificultades según edad avanzada:
Sin mayores de 75 años: 10,8%
Con mayores de 75 años: 31,4%
Problemas económicos
En los hogares donde hay adultas y/o adultos mayores con dificultades para realizar las AVD se registra:
48,1% tiene insuficiencia de ingresos.
26,9% deja de pagar algún impuesto o tasa municipal.
20,9% deja de pagar algún servicio público.
32,1% pide dinero prestado.
A esta situación se suma que estos hogares “tienen ‘canastas’ más caras” dado que “el hecho de tener dificultades con las AVD implica la necesidad de bienes y sobre todo servicios distintos a los del resto” de los hogares con presencia de adultos mayores.
Respecto a los apoyos sociales:
20,9% de los hogares con presencia de mayores con dificultades con las AVD tiene déficit de apoyo social afectivo.
47,3% tiene déficit de apoyo social informacional.
35,1% tiene déficit de apoyo social instrumental.
Acerca del bienestar subjetivo:
En el 30,6% de los hogares con mayores con dependencia hay malestar psicológico.
12,2% se siente poco o nada feliz.
29,9% déficit de proyectos personales.
“No hay vejez sino vejeces, y depende del estrato socioeconómico”
El doctor en Sociología Enrique Amadasi, coordinador del Barómetro de las Personas Mayores, manifestó que “las brechas” entre las personas adultas mayores “dependen principalmente del estrato socioeconómico”.
En el reciente informe “Las Personas Mayores que Necesitan Cuidados y sus Cuidadores” se advierte que en el 17,9% de los hogares donde viven adultas y adultos mayores hay por lo menos uno que presenta dificultades para realizar las actividades de la vida diaria. En declaraciones a este diario, Amadasi destaca que “mientras festejamos el aumento de la longevidad”, producto de los avances científicos, medicinales, entre otros, también hay que tener en cuenta los desafíos que se presentan, como el tema de los cuidados, el que “hay que poner en la agenda”.
Para los informes se toma “una muestra muy amplia, se visitan 18 ciudades” de distintas provincias, “así que se tiene una visión completa”, señala. Afirma que “lo más fuerte de la brecha” entre las personas adultas mayores “no está tanto en lo regional sino por el estrato socioeconómico”. “En los distintos estudios se descubrió que no hay vejez sino vejeces y dependen principalmente del estrato socioeconómico de las personas mayores. La vejez de una persona de un estrato medio alto no tiene nada en común con la vejez de otra persona de un estrato muy bajo”, manifiesta. En este sentido asegura que “las brechas (entre mayores) tienen que ver con las desigualdades de la Argentina”.
“Llamamos vejez a todas pero, en realidad, son vejeces que tienen poco en común. Cómo vivió (y envejece) una persona tiene que ver mucho con la posición en la estratificación social”, indica.
También señala que “la figura del principal cuidador sigue siendo la del familiar conviviente, por lo general la esposa o hija. Llamamos cuidador pero es cuidadora. Hay todo un verso que la mujer es la más capacitada para cuidar, como si fuera algo natural, pero todos sabemos que es una construcción social y es grande la desigualdad (entre varones y mujeres) porque prácticamente son las mujeres quienes se hacen cargo de los cuidados y de todo al mismo tiempo”.
Señalan que el 71% de las personas que cuidan son mujeres
En los hogares con presencia de adultas y adultos mayores con dificultades para realizar actividades de la vida diaria el 71,4% de las personas que cuidan son mujeres. Asimismo se advierte que en cuanto a la edad, el 46% de las y los cuidadores son también personas mayores.
En un estudio del Barómetro de la Deuda Social con las Personas Mayores se indica que el 17,9% de los hogares donde viven adultas y adultos mayores hay por lo menos uno que presenta dificultades con las actividades de la vida diaria (AVD), tales como comer, vestirse, levantarse de la cama, andar de un lado a otro de la casa, higienizarse, bañarse/ducharse, usar el teléfono, manejar dinero, hacer las compras o usar el transporte público.
Respecto a quien es la persona que principalmente se hace cargo de las tareas de ayuda se advierte que “en el 76,8% de los casos se trata de un familiar que convive con el mayor que necesita cuidados, sea el cónyuge, un hijo/a y otro familiar”.
En este sentido se aclara que en el total de los hogares:
El 76,8% de los cuidados proviene de un/a familiar conviviente.
El 22%, familiar no conviviente.
El 7%, empleada/o doméstica, servicio privado contratado.
El 2,7%, otro.
El 4,1%, necesita ayuda pero no la tiene.
Acerca de los hogares donde viven solo personas mayores y en los hogares intergeneracionales en el 93% de los casos el cuidado corresponde a familiares convivientes. En el primero de los casos es probable que sea el/a cónyuge el principal cuidador. En el caso de hogares intergeneracionales, por ejemplo una viuda o viudo que convive con alguno de sus hijos/as y nietos/as, las tareas de cuidado recaen en alguno de ellos, “muy frecuentemente la hija, la nuera”, se indica.
En los hogares donde solo vive una persona mayor que requiere cuidados, en el 58,5% de los casos la ayuda proviene de un/a familiar no conviviente y “el otro 40% se divide entre quienes son cuidados por un empleado/a doméstica u otras personas y quienes necesitan ayuda pero no la reciben”.
Al analizar la probabilidad de una persona de asumir la responsabilidad de realizar las tareas de cuidado dentro de un hogar con personas mayores, considerando las variables de sexo, grupo de edad, estrato socioeconómico y nivel de instrucción se destaca:
“Una mujer tiene 3,7 veces más probabilidad de ser cuidadora que un varón”.
“Pertenecer a un estrato más bajo duplica las probabilidades de cuidar”.
“No haber finalizado el secundario aumenta un 37% la probabilidad de ser cuidador dentro del hogar”.
Por otra parte se señala que entre los cuidadores de mayores con dificultades con las AVD hay más déficit de apoyos sociales -tanto en lo afectivo como en lo informacional- , mayor malestar psicológico, mayor dificultad para tener proyectos personales, más tendencia a sentirse poco o nada feliz y también a autopercibir que su salud está comprometida
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