La acción voluntaria de las personas de Edad

Viernes, 13 de Febrero de 2004

Canal: Envejecimiento y vejez

Segunda Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento

Madrid, España, 8 a 12 de abril de 2002 (Publicado por la RLG el 10-04-2002)

 "Las personas de edad deberían poder buscar y desarrollar oportunidades de servicio a la comunidad, y actuar como voluntarios en posiciones adecuadas a sus intereses y capacidades"(Principios de las Naciones Unidas a favor de las personas de edad, resolución 46/91 de la Asamblea General de 16 de diciembre de 1991)

Para las personas de edad, el proceso de envejecimiento se ve generalmente acompañado de una transición en sus funciones económicas y sociales. En algunas sociedades, dichas personas pasan de la dedicación a jornada completa, en el contexto de un trabajo formal, a la jubilación, mientras que en otras pasan a realizar un trabajo a jornada parcial de carácter no estructurado. Esta transición se considera a menudo, de manera errónea, como el paso de una función productiva a un papel no productivo o dependiente. La mayor parte de las personas de edad, lejos de retirarse de su participación en la sociedad, continúan contribuyendo activamente al servicio de su hogar, sus descendientes y su comunidad o sociedad, aunque esta contribución no necesariamente pueda medirse en términos monetarios. En vez de producir bienes y servicios, las contribuciones pueden incluir un producto socialmente valioso, como las consultas, el asesoramiento, el cuidado de niños y de personas de la misma edad, la asistencia a enfermos terminales o el liderazgo comunitario, la participación en la vida política o el papel que asumen de modelo ejemplar. Dichas actividades, no susceptibles de evaluación monetaria, pueden aportar, sin embargo, grandes beneficios económicos y humanos, que generalmente no se les reconoce.

El término "envejecimiento productivo" significa una continuación del papel económico de las personas, aunque se produzca un cambio en la naturaleza del trabajo. La jubilación y la prestación de servicios voluntarios de las personas de edad van más allá del envejecimiento productivo, ya que el "producto" no es material, sino que más bien representa una contribución personal al caudal de experiencia que se transmite a otras generaciones. La mayor parte de los trabajos sobre el envejecimiento se refieren brevemente a los cambios que experimentan las personas de edad al participar activamente en la sociedad, y rara vez subrayan el caudal de conocimientos, experiencia y sabiduría de que disponen y el papel de modelo ejemplar que asumen con respecto a las generaciones futuras. Esta laguna de conocimientos tiene serias consecuencias para la elaboración de una política pública orientada a alentar la mayor participación posible de las personas de edad en la sociedad.

Existen por lo menos dos facetas de la argumentación a favor de considerar la contribución de las personas de edad a la sociedad mediante una acción voluntaria. El aspecto tradicional, el enfoque de la utilidad, se centra en la noción de que las personas de edad, como el segmento de la población que crece más rápidamente en muchas partes del mundo, constituyen un importante recurso que hay que utilizar. No solamente las personas de edad cubren puestos y realizan funciones que ni el Estado ni el mercado pueden o quieren asumir, sino que también muchas organizaciones no pueden funcionar sin la participación activa de las personas de edad, que aportan su experiencia, relaciones y conocimientos. En muchas regiones en desarrollo, las personas de edad desempeñan un papel central, no sólo en los hogares sino también, e incluso con mayor protagonismo, al nivel de la comunidad. Las culturas tradicionales han preservado el importante papel de los ancianos; se acude a ellos para la toma de decisiones, asesoramiento y sabiduría. La sociedad moderna parece haber olvidado la dimensión de ese cúmulo de experiencia y conocimientos para centrarse en la "alta tecnología", la celebración de la juventud y el criterio del reconocimiento centrado en un enfoque materialista. La escasez de información sobre esta contribución ha propiciado la creación de un estereotipo que considera a las personas de edad como no productivas, dependientes y sometidas a un declive irreversible. Es preciso destruir este mito, ya que las personas de edad de hoy en día funcionan de manera activa, saludable e independiente durante un período de tiempo más largo que antes.

La noción del valor de las contribuciones de las personas de edad se ha complementado en los últimos años mediante un enfoque de beneficios, que considera la acción voluntaria como un modo de combatir la marginalización, ayudando a las personas de edad a retener la autoestima y a encontrar un sentido a la vida, así como una manera de contribuir a un estilo de vida saludable e independiente. También ayuda a la sociedad en su conjunto a mostrar cohesión y respeto hacia la dimensión humana y al último periodo de la vida, incluida la muerte. Esta línea, de razonamiento recibió un importante impulso gracias a una declaración transcendental sobre el voluntariado que figura en el documento final del periodo extraordinario de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, celebrado en junio de 2000, sobre la aplicación de los resultados de la Cumbre Mundial de Desarrollo Social y el estudio de iniciativas ulteriores1.

El concepto básico es que toda la acción voluntaria se basa en un criterio de reciprocidad, inmediata o demorada. Los jóvenes que prestan servicios voluntarios tienen más posibilidades de emplearse, los adultos que trabajan mejoran su situación en la comunidad mediante su acción voluntaria, mientras que el vínculo entre la prestación de servicios voluntarios y la longevidad en las personas de edad se está demostrando empíricamente. Los ancianos viven más, tardan más en envejecer, disfrutan de buena salud y están mejor formados que nunca. En muchas situaciones, las personas que están en posición de ayudar a otras pueden esperar que se las considere favorablemente cuando ellas mismas precisen ayuda. El aspecto de "seguro" del voluntariado predomina especialmente en los países en desarrollo, en donde la acción voluntaria asume con frecuencia la forma de ayuda mutua y autoayuda. Contemplada desde esta perspectiva, la acción voluntaria se convierte en una primera línea de defensa contra la pobreza y la vulnerabilidad, no sólo realzando las posibilidades de las personas de edad de afrontar sus riesgos y fomentar sus capacidades de desarrollo, sino desempeñando también un papel en términos del impacto que puede surtir sobre las generaciones futuras. Desde este punto de vista, las consecuencias de excluir a las personas de edad, y a los segmentos más pobres de las personas de edad en particular, se hacen más evidentes. En la actualidad, de cuatro a cinco generaciones viven a la vez, con dos generaciones en edad de jubilación. Ello representa un cambio sin precedentes en la historia, y confiere un nuevo significado a la acción voluntaria entre las generaciones. La feminización del envejecimiento, con una mayoría de mujeres en edad avanzada, también aporta un nuevo aspecto: las mujeres de edad, que han sido voluntarias naturales, y no reconocidas, en su familia y en la comunidad durante toda su vida se muestran muy activas en la edad avanzada, pero no se las reconoce, ni se fomenta u organiza su labor de manera eficiente.

Existen muchas barreras que deben salvar las personas de edad que desean prestar servicios voluntarios. En el contexto de la acción voluntaria oficial, a menudo se encuentran con discriminación en forma de "vejez", así como el prejuicio general por parte de las posibles organizaciones que utilizarían sus servicios, lo que les limita a tener que trabajar con otras personas de edad o restringir por completo su participación. También han de hacer frente al acceso restringido a la información sobre oportunidades para prestar servicios voluntarios, así como las dificultades de acceso físico a dichas oportunidades, debido a factores de tipo económico y de otra índole. Además, debido a la percepción de las personas de edad como receptoras pasivas de asistencia, en vez de personas que solucionan sus propios problemas y los problemas comunitarios, rara vez se canalizan los recursos a las iniciativas comenzadas o dirigidas por ellas. Únicamente en la actualidad se está empezando a reconocer el beneficio potencial que se puede obtener mediante la provisión de infraestructura social y financiación para planes de ayuda mutua y otros planes que permitan a las personas de edad aunar sus recursos, planificar colectivamente con otras generaciones, o a beneficio de otras, y establecer vínculos con organismos externos (inclusive a efectos de buscar posibilidades de empleo o crédito).

En el 39º periodo de sesiones de la Comisión de Desarrollo Social, celebrado en febrero de 2001, y el quincuagésimo sexto período de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas, celebrado en diciembre de 2001, se examinaron los distintos modos en que los gobiernos y el sistema de las Naciones Unidas pueden apoyar el voluntariado. Durante ambos debates generales, varios gobiernos señalaron a la atención la necesidad de reflejar las preocupaciones de las personas de edad, así como de reconocer las contribuciones que aportan a la sociedad mediante la acción voluntaria. También se planteó hacer que el tema figurara de manera más destacada en la Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento. La resolución de la Asamblea General sobre el voluntariado2, que fue aprobada en el quincuagésimo sexto período de sesiones, subrayó la necesidad de considerar la provisión de todos los medios necesarios para que las personas de edad participaran en actividades voluntarias.

Es preciso tener en cuenta la necesidad de reconocer explícitamente un valor económico, social y moral a la contribución que las personas de edad aportan a sus comunidades y naciones. Únicamente de este modo podrán los gobiernos y demás agentes de desarrollo elegir correctamente sus estrategias para combatir la pobreza, la exclusión, el conflicto y la discriminación, y decidir si la política incluye preservar a una sociedad para todas las edades y generaciones. Mediante el voluntariado y los contactos sociales, las personas de edad también se mantienen más activas y en mejor salud física, mental, social y espiritual, lo que no puede dejar de beneficiar a toda la sociedad. Su contribución va mucho más allá de una mera función social, ya que pueden convertirse en los promotores futuros de cuestiones clave de las Naciones Unidas, tales como los derechos humanos, la protección del medio ambiente, la salud y la paz. Al implantar una "memoria" de odio o de paz en sus descendientes, pueden representar una poderosa influencia sobre la manera en que se contempla el conflicto en el seno de su familia, su sociedad y su nación.

La Segunda Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento proporciona una excelente oportunidad para destacar los beneficios recíprocos que reporta a las personas de edad el ejercicio de la acción voluntaria, así como para considerar los medios de crear un ambiente seguro y propicio para que las personas de edad permanezcan activas mediante esta forma de participación ciudadana.

Para más información sírvase ponerse en contacto con:

Robert Leigh, Jefe, Oficina de los Voluntarios de las Naciones Unidas en América del Norte

Tel: +1 212-906-3638; Fax: +1 212-906-3659; e-mail: robert.leigh@undp.org

O visite www.unvolunteers.org y/o www.iyv2001.org